No en vano eligió como apellido religioso
“del Santísimo Sacramento”.
La Eucaristía era su amor y su todo, su consuelo en las dificultades de la misión, su refugio en la añoranza de la familia y la tierra natal, la causa de su ofrenda personal en aras de la caridad y por los sacerdotes, el motor de su vida. Difundió con ahínco la adoración perpetua en India, Sri Lanka y Ceilán. El 1 de enero de 1931 organizó una serie de iglesias donde se adoraría al Santísimo día y noche ininterrumpidamente durante todo el año. 868 fueron las iglesias que se comprometieron a promover y garantizar la exposición del Santísimo. Abundantísimos frutos entre los fieles surgieron de esta devota práctica tan recomendada por los Romanos Pontífices. Si en 1935 había en India 6.848 adoradores nocturnos, por el empeño del P. Aureliano en 1963, año de su muerte, eran 180.000 adoradores.