Crónicas Misioneras

Crónica 14. Camerum, áfrica profunda

Desde mis años de Kinshasa, es la quinta vez que llego al Camerún, siempre por motivos carmelitanos. Esta república del África centro-occidental traza la barrera entre el África sahélica del norte con el centro. Divide igualmente el África occidental y oriental. Su base rectilínea, fronteriza con la Guinea Ecuatorial, con el Gabón, con el Congo-Brazzaville, arranca ligeramente del norte del ecuador. Emerge de allí como un triángulo no del todo rectilíneo con la República Centroafricana al este, la Nigeria al oeste, con el Tchad en el norte. Le quedan 300 km. de costa atlántica en el golfo de Biafra, que fue denominada “Río dos Camarões” por el navegante portugués Fernando Poo.

El explorador alemán G. Nachtigal estableció aquí la primera colonia  en 1884, como fruto de la repartición de África en el congreso de Berlín.  Con la pérdida de la colonia por Alemania en 1916, Francia e Inglaterra le suplantaron en el territorio.  Camerún es así el único país africano con doble lengua colonial: el francés y el inglés, según regiones. Esta república federal con independencia desde 1960 ocupa un territorio de 470.200 kilómetros cuadrados. Su población sobrepasa los 15 millones de habitantes. Mas del 20% son católicos, en constante aumento.

Es zona del África profunda con su cultura ancestral, llena de tradiciones orales y de religiosidad. Entre los Beti el ser primordial Nkombodo se unió a las nubes. De esa unión nació la pareja humana, Elo Pogo y Mangono. Nkombodo desapareció en el espacio infinito, dejando a Elo Pogo y a Mangono el cuidado de crear cuanto existe en la tierra. Ego Pogo se apropió de la sabiduría de Nkombodo. De primer hombre, de ancestro masculino, se convirtió en dios con el nombre de Zamba, completando y perfeccionando la creación.

Pero la mitología antigua continúa considerándole hombre, puesto que está invadido de todas las maldades como un ser mentiroso, incestuoso, pendenciero, mal padre, mal esposo y mal jefe. Ese usurpador de Dios permanece alejado de los hombres. Por eso están los ancestros, más próximos y accesibles a nosotros. Ellos protegerán a la humanidad. La ancestralidad concede así a las religiones africanas una dimensión familiar, convirtiéndose en miembros invisibles del clan. Cada nueva criatura es un ancestro re-encarnado. En otra variante del mito, la nueva criatura es un regalo del ancestro.
Yaoundé

Es la capital administrativa. Una ciudad en colinas  y en barrios diferenciados. A nadie deseo llegar a una aeropuerto africano, de noche y con lluvia, sin que le espere una cara conocida. El africano intuye la soledad y la inseguridad, y su acoso al extranjero es invadente con una insistencia reiterativa que raya en la molestia y en temor de peligro. Docenas de jóvenes rodean al pasajero para llevarle las maletas, para conducirle a donde quiera, comunicándole una inseguridad preocupante.

Después de haber tratado de permanecer sereno para afrontar la situación, de haber observado mucho a mi alrededor, me decido por un taxista que parece ofrecer confianza. Dice conocer bien el barrio de Nkolbisson, donde están los Carmelitas. Le digo para más señales que el convento está junto al hospital de las Carmelitas Misioneras Teresianas. “No se preocupe, señor. Hemos de llegar …”  Pero llegados a Nkolbisson, nos hablan de tres hospitales. ¿Dónde queda mi punto de referencia? El ángel de la guardia me inspira otra solución: Nuestra casa está junto a la universidad católica. De noche, por caminos embarrados, por calles oscuras y desiertas, llegamos.

Nkolbisson es un barrio clerical en Yaoundé, como Kimwenza en Kinshasa. Aquí han enseñado algunos grandes nombres de la teología africana: Engelbert Mveng, Jean-Marc Ela, Meinrad Hebga, … Abundan las casas religiosas, sobre todo de formación, debido a la cercanía de la universidad católica, del instituto “Saint Cyprien”, del instituto de filosofía.  Aquí está el hermoso escolasticado de los Carmelitas “Santa Edith Stein” con su nueva capilla pública. Funciona al mismo tiempo como casa de espiritualidad. Encuentro a los diáconos de las diversas familias religiosas en ejercicios espirituales para su ordenación sacerdotal.

En esta casa invade una presencia invisible, pero muy carismática. Es el recuerdo vivo y la tumba de Fray Jean Thierry Ebogo del Niño Jesús y de la Pasión (1982-2006). Joven novicio con la pierna amputada, debido al cáncer, hizo la profesión en su lecho de muerte, como Santa Teresa de los Andes, para morir carmelita de pleno título. Pero más importante todavía es la estela de edificación que dejó entre el personal sanitario de los hospitales por donde pasó. Por su serena y sonriente aceptación de un cáncer agresivo y extremamente doloroso todos lo consideraron santo y como tal lo recuerdan emocionados. Con buen criterio el P. Giorgio Peruzzotti, el decano de los Carmelitas, ha recogido todos su recuerdos,  reliquias que están obrando gracias y milagros: cuadernos personales, cartas autógrafas, objetos de su uso, … Todo está sellado y firmado para comprobar la autenticidad.

Algunos cuadernos contienen poesías y reflexiones de profunda vivencia e inspiración. Son versos proféticos que traducen cuanto Jean-Thierry vivía y preveía en la dura prueba de su enfermedad. Varios textos, por el contenido y por el  impacto que provocan en el lector, merecen una publicación. En cualquier caso, su presencia invisible –y su intercesión celeste- dejaron huella y son siempre muy fuertes. Fue un ser de excepción. Su tumba es frecuentada. A los cinco años de la muerte, en 2011, comenzará su proceso de beatificación. Y esperamos que Jean-Thierry del Niño Jesús y de la Pasión, regalo de Dios al Carmelo de África, sea elevado al honor de los altares.

A las afueras de la ciudad, en Nkoabang, tenemos la parroquia de San Joaquín. Primera implantación de los Carmelitas en el Camerún (1985), conserva su impronta e irradiación misionera. Bella iglesia en el centro con el fresco de los santos africanos, pero a su alrededor gravitan tantas estaciones  periféricas de primera evangelización.

En Yaoundé, en el barrio de Etoudi, está el Carmelo de Cristo Rey. Allí están las Carmelitas lombardas que llegaron en 1987. El monasterio está coloreándose de vocaciones nativas. Es inolvidable la celebración eucarística dominical: recogida, atenta a la palabra, participativa. La asamblea conjunta de monjas y feligreses expresa su fe profunda en el canto y en la danza religiosa.

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