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Crónicas Misioneras

Crónica 15. Grecia en el carmelo de atenas

"Καλήμέρα, Ελλάδά  καί Άωήνά!"

En cuanto se llega a Grecia salta el Mediterráneo a los ojos: fuerte luminosidad, azul intenso del firmamento, si sopla el viento del norte que descarga la contaminación en el mar. Es el mismo fenómeno del viento “mistral” en Marsella. Se abre un paisaje de mar, de pinos y de olivares. Mirando a los montes calcáreos y pelados de Atenas, Grecia parece tierra quemada. Resisten los árboles y desaparece la hierba. Pero pasemos enseguida de estas exterioridades.

A las muchas mitologías griegas habría que añadir todavía una más: Cuando los dioses crearon Grecia, le dieron como destino la historia y la cultura. De Grecia vivimos en Occidente después de muchos siglos. El llamado “lumen orientale” es más que un símbolo. Llega a reproducir una realidad expresiva. ¿Habrá tierra más cargada de historia, de filosofía, de arte, de teatro, de competiciones deportivas? Grecia dominó por mucho tiempo la antigüedad, y los vestigios perduran entre nosotros. A donde nos movamos en este país encontramos piedras que hablan de historia y de cultura: templos, columnas, anfiteatros, ágoras …  Aristóteles, Platón, Sócrates y compañía prolongada siguen iluminando nuestras mentes.

La “Hilíada” o nombres como Homero, Esquilo, Sófokles, Medea, Andrómana, “Las Troyanas” son referencias con resonancia sonora en la historia de la literatura universal. De aquellos tiempos provienen las columnas y capiteles en su variante dórica o jónica, los frisos, los tímpanos, el “nárthex”, los peristilos, cornisas y más elementos que  han impuesto por siglos los cánones o parámetros de la estética. En tantos ámbitos Grecia fue la aurora de Occidente, raíz, esencia, fundamento del pensamiento occidental. Hasta en medicina, comenzando desde Hipócrates, y psicología nos servimos de términos griegos. Personajes como Edipo o Electra encarnan nuestros complejos.

En sus más de 1. 5000 islas Grecia ha nacido y se ha configurado con el mar: ya desde su prehistoria (4.500-2.800 antes de Cristo), desde su protohistoria (2.800-1.220 a.C.), desde el arcaísmo, desde las guerras médicas con la instalación de la democracia ateniense. Gracia está presente con evidencia, por ejemplo, en la “Magna Grecia” de Italia, en Egipto, en Asia Menor.

Los “Juegos Olímpicos” nacieron como un culto deportivo a Zeus. Según la leyenda, las primeras competiciones fueron entre los dioses y los héroes, creando la gigantomaquia. Oficialmente los Juegos Olímpicos nacieron en 776 a. C., consiguiendo su apogeo en 576 a. Cristo. Se celebraban cada cuatro años, y tuvieron una primera perduración de 1000 años ininterrumpidos. En la historia moderna el barón de Coubertin los reinstauró en 1896.

Atenas, la ciudad de la diosa, nació de la cabeza de Zeus en presencia de los demás dioses. La Acrópolis con el Parthenon (447-432 a. C.) forma la cúspide de la ciudad y de su arte.

En cuanto a la religiosidad, su politeísmo presenta características particulares. El monte Olimpo es considerado como el “techo de Grecia”, el firmamento de los dioses. Llama, en primer lugar, la atención su número reducido. Se les suman algunas divinidades menores, héroes divinizados. Y sobresale Zeus, padre de los dioses, dios del cielo y de la luz diurna, ordenador del cosmos, garante y protector de todos los derechos establecidos. La ausencia o escasez de textos sagrados está subsanada por las  mitologías.

Hoy Grecia es el feudo de la Iglesia ortodoxa. El credo ortodoxo es religión de estado. Los sacerdotes ortodoxos –no los monjes- vienen pagados como funcionarios del estado. ¿Será ésta la explicación del complejo de superioridad de los 11 millones de habitantes frente a la ínfima minoría de los 50. 000 católicos? Este se respira fácilmente con parámetros verificables. Los católicos reconocemos sus sacramentos. Pero no ocurre así al revés. Por eso los católicos somos para ellos “herejes sin salvación”, porque “vuestro bautismo no es válido”. No es infrecuente el desprecio declarado. En conversación amistosa e informal con un monje ortodoxo, tenemos este intercambio:

-¿Cómo está el Ecumenismo entre Ustedes?

- Pero, ¿cree Usted en el Ecumenismo?

- Por supuesto que sí.

- Vosotros, los latinos, tenéis un defecto: creéis que cuanto os viene a la mente existe en la realidad.

- Cuanto tenemos en la mente y en el corazón, cuanto alimentamos en la fe. Me atengo a la declaración conjunta, firmada recientemente por el Papa Benedicto XVI y el Patriarca Ecuménico Bartolomeo.

- Pero, ¿cuándo entenderéis, latinos, que el papel aguanta mucho sin que por eso sea verdad cuanto se suscribe?

Permanezco sorprendido ante semejantes propósitos, y él continúa borbotando nuestro error en pensar que la crisis de vocaciones sea debida al hecho de que los sacerdotes no se casen. “Entre nosotros -me asegura- están casados y tienen buena retribución del gobierno. Pero también en Grecia escasean los sacerdotes”. Manifesté el deseo de visitar un monasterio. Por intermediación de un monje fui introducido en el monasterio del Paráclito en Oropos, a unos 50 km. de Atenas. “Que el monje latino venga vestido de hábito, si quiere introducirse entre nosotros”, había exigido el “higumene”. Es un monasterio de reciente creación (1963), de obediencia “athonita” (= Monte Athos), con régimen “esikasta”. Los 20 monjes siguen el calendario “juliano”, sin jamás haber aceptado nuestro calendario “gregoriano” (1582), como hacen otros muchos monjes y monasterios. Cuando se dan estas connotaciones sabemos que nos encontramos en un ambiente muy tradicional, de estricta clausura. Privilegio nada común en este ambiente, fui recibido en la iglesia hasta el ikonostasio. Pero no pude fotografiar los iconos “por respeto a ellos”. Desde los tiempos de la dominación turca, en la que no se podían usar campanas, los monasterios usan la “simandra” para convocar a los oficios. Es un madero rectangular, al que se le aplican unos golpes metálicos

El monje de 42 años me recibe con exquisitos modales monásticos, responde a todas mis preguntas, me explica la vida del monasterio, visitamos algunos talleres de trabajo. Hasta me obsequia con los albaricoques del huerto. En el momento de la despedida no puede evitar la pena de mi condenación eterna por ser sacerdote y religioso católico. Oigo decir que el ambiente es diverso en las islas de antigua influencia veneciana, como Tinos. En cualquier caso, confío mi salvación al Señor y permanezco con el recuerdo agradecido de este encuentro en la fraternidad ecuménica en un clásico monasterio de la tradición más puritana.

Recientemente Grecia en general ha hecho un gran salto hacia la modernidad. Dicen que es el efecto de pertenecer a la comunidad europea, reforzado por las pingües subvenciones para los Juegos Olímpicos celebrados en 2004. Atenas y los pueblos se presentan bien, con una admirable infraestructura de red viaria. Son impresionantes las instalaciones deportivas para las olimpíadas del 2004. He visitado la capital a lomo de moto del amigo Lakis, encendido focolarino.    

Corintho

Con referencia al Año de San Pablo me estrené primero en Atenas, visitando el areópago de la Acrópolis. Me decían que divisara el paisaje de Atenas a nuestros pies. Pero en ese lugar el pensamiento se centra fácilmente en el recuerdo del apóstol de los gentiles, presentando con sabio recurso oratorio a los atenienses al Dios desconocido y hablando de la resurrección (Hch 17, 16-33). En el año paulino es un privilegio encontrarme ahora en Corinto, a 85 kilómetros de Atenas. Tenemos de frente el mar Egeo y el mar Jonio en el estrecho pasadizo de Isthmia.

A la llegada tropezamos con el canal. Es una construcción del s. XIX, inaugurada el 28 de octubre de 1893, obra interesante de ingeniería con 6.343 m. de longitud y 23 m. de anchura. Por este paso abreviado que une el mar Egeo y el mar Jonio se evita que las embarcaciones tengan que bordear toda la península del Peloponeso que comienza aquí. El canal perfeccionó con creces el antiguo sistema, el “diolcos”. Era una calzada de 5 Km., por donde desde el s. VII antes de Cristo los griegos arrastraban las naves de un mar al otro.

Fuera del canal inexistente en aquel tiempo, ¿qué encontró San Pablo en este lugar? En primer lugar, el puerto. Por el puerto se comunicaban los corintios con el mundo mediterráneo. Por eso su mentalidad era mucho más abierta que la de los atenienses, imbuidos de espíritu académico. Pablo afrontó aquí un pueblo diverso de los atenienses. Entre las ruinas de la vieja ciudad,  interesante para un paseo arqueológico, destaca el templo arcaico de Apolo. Todo está en el llano, a nivel del mar.

Pero luego se levanta ese peñón amurallado, con tantos restos de edificaciones y de murallas, que es la ciudadela de “Acrocorinthe”. Era fortaleza y refugio a la entrada del Peloponeso. Tiene vestigios tardoromanos y paleocristianos. Más tarde se suceden, por la misma razón estratégica, las dominaciones de Bizancio, de los turcos, de los venecianos.

El capítulo 18 de los Hechos de los Apóstoles narra la actividad evangelizadora de Pablo en Corinto. Aquí recibió en una visión nocturna el estímulo del Señor: “No tengas miedo, continúa a hablar y no te calles, porque Yo estoy contigo y nadie te hará mal, porque yo tengo un pueblo numeroso en esta ciudad”. Pablo permaneció año y medio en Corinto, enseñando la palabra de Dios a judíos y gentiles.

Un biblista encuentra aquí reflexión y confirmación de sus conocimientos. En Corinto yo me considero un turista religioso, feliz y emocionado de pisar la tierra que el gran apóstol Pablo de Tarso regó con su palabra, con el testimonio de su vida, con sus miedos, con sus persecuciones, con sus amistades, con su oración. Casi me parece escuchar: “La tierra que pisas es santa”.  De ahora en adelante leeré con más atención las dos epístolas a los Corintios.


Ήράκλέον

Reproduzco el nombre en su original griego, porque escucho una fonética que me parece confusa. A veces suena Iraklion, otras veces parece Heraclion. Iraklion es una colina al norte de Atenas, a 15 Km. del centro de la ciudad, muy cerca de las modernas instalaciones deportivas del 2004. El barrio nació como habitación de los soldados que Otón I, primer rey griego de los tiempos nuevos (1830), trajo consigo de su Baviera natal.

Aquí se estableció en 1935 el Carmelo, por monjas griegas que vinieron del monasterio de Estambul-Kadiköy (Turquía). Fue dedicado a la Santísima Trinidad. Artífice animador de la fundación fue el arzobispo de Atenas, Mons. Filipucci, primo de la fundadora M. Teresa de Jesús, con la bendición de Pío XI. Con las Clarisas y Dominicas, es la tercera presencia contemplativa en toda Grecia, la única en Atenas.

Este Carmelo ateniense ha conocido en los últimos años una ampliación necesaria en el edificio y un soporte numérico con monjas provenientes de Saint Sever-sur-l’Adour (Francia). En 2008 se ha fusionado con el monasterio de Bergerac (Francia), dando pervivencia que esperamos duradera a Atenas. Fue una acto de fe profunda el salto de la ciudad de Cyrano en Francia a la capital griega. Enfermas, ancianas y jóvenes, se ofrecieron por igual para esta fusión. Alguna llevaba más 62 años en los muros de Bergerac. Hoy el Carmelo de Atenas es el conglomerado comunitario de 13 monjas de diversas proveniencias.

Se admira igualmente la fe y generosidad para acoger con plenos derechos comunitarios a las desconocidas. Fusiones misioneras de este género son a promover o favorecer en la Orden. Una ocupación primordial es el cuidado de las enfermas en espíritu de pertenencia común. La liturgia, de rito latino, se celebra en griego y en francés.

A la entrada en el jardín exterior nos acoge la estatua de Santa Teresita en su hornacina. Los cristianos que vienen a la capilla o a la portería se recogen primero ante ella. Es el signo de la gran popularidad de nuestra Santa Carmelita incluso en el mundo ortodoxo, que habla de milagros por su intercesión, de apariciones. Más de una vez algún ortodoxo ha detenido a nuestras Carmelitas en alguna de sus salidas: “Ustedes visten igual que Santa Teresita…”

El Carmelo de Atenas se fundó con una visión misional en ambiente minoritariamente católico y mayoritariamente ortodoxo. Las vocaciones escasearán siempre, debido a ese fenómeno. Pero la Orden valoró siempre esta presencia misionera. Por eso  admiramos la perseverancia y claridad vocacional del “pusillus grex”, en esta indiferencia ortodoxa. Pero como Absoluto Dios está sobre toda indiferencia, para quien entrega la vida para amarle y para servirle. La reducida comunidad católica aprecia a las Carmelitas, participa con alegría en sus fiestas, gozando de la acogida de las Hermanas. En uno de los últimos terremotos algunos damnificados encontraron primera acogida en la hospedería del Carmelo.

En la supresión del Carmelo de Estambul-Kadiköy (1977) las Hermanas se replegaron sobre Iraklion, trayendo el archivo conventual. Por eso nuestras monjas poseen ahora algunas cartas y exhortaciones de las visitas pastorales del delegado apostólico, Mons. Angelo Giuseppe Roncalli, hoy B. Juan XXIII. Fue una gran amigo que siempre favoreció de atenciones a “su” Carmelo en tierras de Turquía.

Me tocó celebrar la solemnidad de la Virgen del Carmen, asistiendo al arzobispo de Atenas, Mons. Nikolaos Foscolos. Consagró todo el día a las Carmelitas, escuchando a cada monja y hablando a la comunidad. En largas sobremesas me instruyó sobre la vida de la Iglesia en Grecia y, particularmente, en Atenas:

- cinco diócesis católicas en el país,
- los beneficios de la visita pastoral del Papa Juan Pablo II,
-las intransigencias y rigideces de la iglesia nacional ortodoxa,
- la discriminación para los católicos,
- 50. 000 griegos católicos entre latinos y bizantinos “uniatas” en la masa de los  11 millones de habitantes,
- 45. 000 emigrantes filipinos,
- 40. 000 emigrantes polacos,
- 4. 000 emigrantes irakenos,
- ¿cuántos emigrantes albaneses?
- el desafío de la asistencia pastoral a tanto emigrante,
- y tantos temas más...

Recapitulo mis recuerdos, el fruto de mis contactos, mi reflexión en estos días al servicio del Carmelo ateniense. Concluyo con un sentimiento de afecto y de admiración. Y formulo una convicción. Es normal que la Orden cultive la conciencia de ayudar a los cuatro Carmelos de la Tierra Santa. En la misma óptima se debería pensar también en cómo asistir a esta presencia carmelitana en la colina de Atenas-Iraklion.

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