Crónicas Misioneras

Crónica 16. Ucrania

Acompaño de Roma a Su Eminencia el cardenal Giovanni Lajolo en este país de la Europa Oriental. El gobernador del estado de la ciudad del Vaticano presidirá dos celebraciones marianas de especial importancia por el significado histórico y por la gran afluencia de peregrinos. Los dos santuarios son lugares emblemáticos en la historia religiosa del país. Extendamos primero unas consideraciones generales sobre Ucrania. Siempre ilustra conocer algo de su  pasado y presente.

Un país  entre los Cárpatos y el Mar Negro

Como primer reflejo, prefiero esta referencia geográfica a toda otra denominación histórica, que sería más escurridiza, como república ex Soviética, por ejemplo. Territorialmente Ucrania es el segundo país más grande de Europa, después de Rusia, que ofrece suelo a casi 53 millones de habitantes. Ucrania significa país fronterizo. En el borde de las estepas al norte del Mar Negro formaban la frontera entre las civilizaciones nómadas, el mundo cristiano de los eslavos y el entorno turco-tártaro. A Ucrania le faltan fronteras naturales, a excepción de los Cárpatos  en el oeste. Es la gran cordillera de 280 km. con un fondo medio de 100 km., que se estira del noroeste hacia el sur, entrando en tierras de Rumanía. En lugar de aceptarla en su propia identidad, Ucrania fue considerada muchas veces como frontera de otros pueblos.

Antes de conocer su independencia vivió bajo el dominio de varias potencias extranjeras:  el gran ducado de Lituania,  el reino de Polonia, el imperio de Rusia, el imperio de los Ausburgos de Austria. En el siglo XX  Polonia y Rusia se repartieron el territorio. Culturalmente la impronta católica del oeste y la ortodoxa del este han configurado al país.

En el año 988 el príncipe san Vladimir (962-1015) introdujo el Cristianismo en el imperio de Kyiv, de donde se extendió hacia Rusia. Para celebrar el milenio del bautismo del santo patrono el 8, 9 y 10 de julio de 1988 el Papa Juan Pablo II tuvo los oportunos discurso conmemorativos, valorizando el alcance de aquel hecho que orientó la historia sucesiva de Ucrania. El emblema-símbolo de los tres dientes, que data de los tiempos de San Vladimiro, ha sido recuperado en el actual escudo nacional. El joven estado arranca en 1991, desgajándose de la Unión Soviética en el espíritu de la caída del muro de Berlín. En la declaración de la independencia se mencionan milenarias raíces históricas: el imperio de Kiev del siglo 10 al 13, el principado de Galizia-Volinia en los siglos 13 y 14, la hegemonía de los cosacos del Dnieper en el s. XVII, la república popular de 1918 al 1920. No sé si Rusia ha asimilado la herencia histórica del reino de Kyiv. Así han resbalado las denominaciones de Ucrania, de la Pequeña Rusia y Rutenia. El primer asomo del término Ucrania remonta a las crónicas de los siglos 12/13 al denominar las fronteras del reino de Kyiv. El nombre original de “Rus’” fue latinizado en Rutenia. Ucrania nos asocia con los cosacos. Cosaco significa “libre guerrero”. Eran los luchadores-devastadores de los turco-tártaros, que desde el siglo XV estuvieron al sueldo de varios jefes de la estepa. En 1648 organizaron la gran revolución que significó la capitulación de la influencia polaca en la Europa oriental.

Entre otras pepitas de la historia evocaríamos la denominación de este país como “granero de Europa”. Con todo, y precisamente aquí, la política soviética provocó dos monstruosas hambrunas, de las que la primera (1921) causó la muerte de más de un millón de habitantes y la segunda (1932/34) acabó con la vida de seis millones.

Más cerca de nosotros permanece el espectro de Tschernobyl. En la noche del 25 al 26 de abril de 1986 ocurrió el accidente nuclear. Durante un experimento para conocer durante cuánto tiempo todavía funcionaban las turbinas tras cerrar la entrada del vapor el reactor nuclear perdió todo control. Dos explosiones rompieron el techo de cemento. En pocos segundos surgió la nube radioactiva. En 12 días se lanzaron desde los helicópteros más de 10. 000 toneladas de arena, arcilla, barro, plomo para apagar el incendio. Pero la catástrofe nuclear estaba servida, y las consecuencias perduran hasta ahora. ¿Cuántos fueron los muertos, los abortos insalvables, las malformaciones de los fetos, los cánceres que provocó la noche trágica de Tschernobyl? Y la zona continúa contaminada. “Erinnere dich … Acuérdate …” es también aquí la consigna de la historia.

El escritor más conocido es Nicolaj Vasil’evič Gogol  (1809-1852). Aunque escribió sus obras en ruso en el período del imperio zarista, las expresiones y diálogos populares los introduce en ucraniano.

Y, ¿la historia religiosa del país? Hemos aludido a San Vladimir. La Iglesia ortodoxa cuenta con 35 millones de fieles. Está dividida en tres fracciones: dos autocéfalas y otra sujeta la patriarcado de Moscú. A la Iglesia católica pertenecen los fieles del rito romano o latino y griego. Estos últimos, llamados también uniatas o rutenos, provienen de la unión de algunos obispos cismáticos a Roma junto con su grey en 1595, ratificada por el sínodo de Brest. En los siglos 18 y 19 la Iglesia católica uniata promovió mucho en la población la “intelligentsia” o intelectuales nacionales. Tras la segunda guerra mundial arreció la persecución religiosa de los soviéticos, con tantos mártires. El mítico metropolita Joseph Slypyj pasó muchos años en prisión, hasta que en 1963 –con las primicias de la “Ostpolitik” del Vaticano- lo liberaron para que viniera al exilio de Roma. Aquí murió este héroe de la fe en 1984, y en 1993 su cuerpo fue  trasladado en patria y lo hemos venerado en la catedral San Jorge de L’viv.

L’viv – Leopoli

Es la primera etapa de nuestro viaje. Para evitar cacofonías terminológicas entendámonos sobre la nomenclatura diversificada de la ciudad. Esta histórica ciudad de la Ucrania occidental se llama L’viv en ucraniano, L’vov en ruso, Lwów en polaco. El imperio austro-húngaro acuñó la denominación de Lemberg. En la literatura eclesiástica o latina  se emplea el nombre de Leopoli. Sobre los nombres están los hechos. Todavía en 1919 quedó anexionada a Polonia, hasta que en 1939 la invadió Rusia como fruto del acuerdo Hitler-Stalin. Hoy es la metrópoli de la Ucrania del oeste con un millón de habitantes. La política se rige en Kyiv, la capital. Pero el puente entre la Europa Central y Occidental pasa de nuevo por L’viv. De ahí su importancia reconquistada estratégica y culturalmente.

En la primera repartición de Polonia (1772) L’viv se convirtió en la capital de la Galizia y Volinia, que en término de los Ausburgos se denominaba Lodomerien. Tras Viena, Budapest y Praga L’viv o Lamberg fue la cuarta ciudad del imperio, aunque la más alejada del centro vienés. Como característica general transcribo esta descripción de Alexander Granach: Esta zona de la Galizia Oriental ofrece “aceite denso, tabaco amarillo,  el mejor grano de sorgo, bosques antiguos, ríos y lagos y, sobre todo, bellas y sanas criaturas: ucranianas, polacas, judías … Los tres pueblos se asemejan, a pesar de la diferencia de sus usos y costumbres …”  

Aquí se asentó una histórica fundación carmelitana de la Provincia polaca, comenzada en 1613 con un primerizo estilo barroco. Con supresiones y restauraciones en distintas sedes, el último convento que databa de 1932 fue confiscado por el comunismo soviético en 1946. Un año antes el monasterio de las Monjas Carmelitas se  había trasladado a Przemysl, Polonia.

A nuestra llegada al aeropuerto de esta ciudad nos esperaba una excepcional delegación, con el nuncio en Ucrania, con el arzobispo latino y su auxiliar. Todos estaban presididos por el arzobispo mayor de la iglesia greco-católica, el cardenal Husar Lubomyr. Casi ciego, es toda una venerable encarnación con tanta llama, con tanta luz interior, con tanta bondad y acogida.

Juntos visitamos el seminario greco-católico y la incipiente pero prometedora universidad católica. En cualquier ciudad del este europeo se encuentran iconos admirables, antiguos y modernos.  Pero el museo de iconos de L’viv es excepcional. Era importante la visita para una posible exposición en los museos vaticanos.

Fuimos huéspedes del metropolita greco-católico, Mons. Ihor Vozniak, siempre con la solicitud atentísima de su jefe mayor, el cardenal Husar. Celebramos en la catedral latina, y con el arzobispo latino Mons. Mieczysław Mokrzycki visitamos a pie el centro de la ciudad. Yo miré con curiosidad por fuera –sin tiempo para entrar en el interior- a la antigua iglesia de los Carmelita polacos, hoy iglesia de rito greco-católico.

De camino para la celebración mariana de la noche, antes de llegar a Ternopil nos recibió una delegación de la diócesis con el obispo Mons. Vasy Semeniuk, un grupo de niños y jóvenes que-como señal de bienvenida- ofrecieron pan y sal al cardenal Lajolo. Escuchamos los discursos y los cantos. Precedidos por la patrulla de la policía  proseguimos nuestro viaje, siempre en la buena compañía del nuncio en Ucrania.

En Zarvanytsia nos esperaba la sorpresa. Es un grandioso santuario mariano con varios cuerpos de edificios en la explanada. Para la procesión de las antorchas se congregó una multitud de más de 40. 000 fieles. Actuaron los dos cardenales. Los obispos greco-católicos llevan una tiara en lugar de mitra. ¿Cuántos eran? Un seminarista me susurró el secreto para distinguirlos de otros dignatarios eclesiásticos, vestidos también con solemnes indumentarias: en el pectoral sólo los obispos llevan la efigie de la “panaghia” (de la Virgen Santísima). ¿Quién podrá olvidad el recuerdo que deja haber visto decenas de miles aclamando a la Virgen en una vigilia nocturna sin prisas?   

Berdychiv

Para nuestros oídos mediterráneos el nombre resulta extraño, eslavo, lejano, desconocido. Pero Berdychiv cuenta con un vocero de excepción. El joven profesor Joseph Ratzinger en su “Introducción al Cristianismo” (1967), se pregunta en el capítulo primero  si todavía es posible creer en el mundo actual. Citando a Martin Buber, el Papa actual aduce la reflexión del “hombre de Berdychiv” Zaddik en su búsqueda de la fe y en diálogo con el rabino Leví Jizchak.

Del ovillo extraigamos el hilo. En la actual diócesis de Zytomir, a  160 km.  de Kyiv (Kiev) en dirección occidental, esta localidad entra en la historia carmelitana en el eslabón de los seminarios de Misiones que los Carmelitas tuvieron en Roma, en Malta, en Lovaina, hasta en Meulun (Francia). El palatino de Kyiv Janusch Thyszkiewicz cayó prisionero de los tártaros. En esa situación desesperada abjuró del cisma ortodoxo e hizo un voto: si obtenía la libertad, construiría un convento cuyos alumnos debían de trabajar  por la conversión de los cismáticos hacia la unidad con Roma. Confirmó su propósito cuando tuvo una visión de una mujer con veste carmelitana. Entrando más tarde en la iglesia de Lublin reconoció haber sido nada menos que santa Teresa de Jesús.

En 1628 se recabó la licencia de la Orden. Se tardó mucho en la construcción, pero en 1642 se llegó a la consagración de la iglesia en presencia del fundador-bienhechor. Desde el principio se tomó de mira la conversión de los cosacos y de los ortodoxos, trabajando los frailes –especifica la crónica- “con suma paciencia”. Con muertes y vejaciones se vivieron las incursiones de los cosacos con Bohdan Chmel’nyc’kyj entre 1648-1653, de los turcos en 1699.

Al seminario primitivo, restaurado en 1717, se añadieron más tarde una importante biblioteca, una histórica tipografía que trabajó en ucraniano, ruteno, polaco y ruso, un hospital y la casa del peregrino. Me pregunto si en la Orden habrá habido un proyecto de estas dimensiones. El convento se construyó como un bastión, teniendo su propia guarnición –“fortalitium B.V. Mariae”- para defenderse de los cosacos desbandados. Aún perduran los muros, ahora restaurados, de modo que aparece clara la fisionomía de convento-fortaleza. En una de las frecuentes revoluciones y devastaciones de la zona todo se suprimió en 1867. En 1918, cuando Polonia  obtuvo la independencia perdida en el s. 18, los Carmelitas regresaron a Berdychiv. Pero en 1926, en régimen comunista, se vieron obligados al abandono.

La bella iglesia barroca se convirtió desde el principio en santuario con el cuadro milagroso de la Virgen, réplica de la “Salus populi romani” de Santa María la Mayor en Roma. En posición vertical mide 120 por 75 cm., y representa a la Virgen con el Niño en el brazo izquierdo y el escapulario del Carmen en la mano derecha. De pintor desconocido, esta efigie mariana fue donada por el fundador y coronada canónicamente en 1756. Por la irradiación y atracción de peregrinos era comparada con los santuarios de Czestochowa en Polonia, Ostra Brama en Vilna (Lituania), Loreto en Italia o Montserrat en España.

En el período bolchevique la iglesia fue convertida en museo del ateismo. El único objeto religioso que se conservaba dentro era el cuadro milagroso de la Virgen por su valor histórico. La parte inferior o cripta funcionó como sala de proyección cinematográfica para la juventud comunista.

Pero en el Carmelo polaco siempre perduró el recuerdo y la nostalgia por este lugar. A los primeros vientos de la “perestrojka” los Carmelitas polacos regresaron con intención misional a este lugar de tanta resonancia histórica. Tras 64 años de interrupción el burgalés Felipe Sáinz de Baranda, General de la Orden,  pudo celebrar la misa el 16 de julio de 1990, en la explanada ante la fachada decadente del santuario. La restauración está siendo lenta y costosa. Pero enseguida reverdeció en todo el país la devoción a la Virgen del Carmen de Berdychiv, renovándose la tradición de santuario nacional con peregrinos del país y de Rusia, con marchas de jóvenes a pie … El 10 de marzo de 1997 la Santa Sede autorizó de nuevo la coronación canónica de la imagen, ya al abrigo de profanaciones y expuesta a una veneración creciente.

En el domingo más cercano a la solemnidad del Carmen se convoca aquí la gran cita mariana de Ucrania. Durante varios días y por etapas los jóvenes peregrinan hacia el santuario durmiendo en iglesias y escuelas del recorrido. Por millares llegan de víspera a Berdychiv con un entusiasmo y un fervor acumulado en las vigilias del camino. La misa de los jóvenes –más de 5. 000- es el preludio prometedor de la fiesta. Allí hay expresión, fervor, afirmación de fe, compromiso … Es la gran concentración, el encuentro anual de la juventud cristiana de Ucrania. Irradia un efecto de renovación. La noche les acoge rendidos en la acampada, porque hay que estar preparados para el día siguiente.

Nosotros llegamos procedentes de la celebración mariana de Zarvanytsia. Recorriendo unos 300 km. llegamos puntuales para la gran misa del mediodía. Anecdóticamente recuerdo que en ese día la temperatura marcaba 39 grados. Razón de más para admirar la fe de estos peregrinos expuestos durante horas a un sol sin ninguna piedad. Nos recibió el obispo de Zytomir y la representación de los Carmelitas. La razón del viaje del cardenal Giovanni Lajolo era –lo manifestó en diversas ocasiones y antes diversas autoridades- la celebración carmelitana de Berdychiv. Es un santuario en ambiente de rito latino: más pobre, pero muy admirable. La costosísima reconstrucción procede lentamente. También aquí concelebraron varios obispos, todos de rito latino. Entre ellos estaba nuestro hermano, Mons. Anders Arbolerius, ocd, arzobispo de Estocolmo, Suecia.

Al comienzo de la misa al aire libre el nuncio en Ucrania leyó el mensaje del Papa para esta celebración, firmado por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de estado. “Su Santidad se une espiritualmente a cuantos se reunen cada año en este centro de espiritualidad mariana … ¡Cuántas generaciones de creyentes se han congregado en oración ante el antiguo y bello icono de Nuestra Señora de Berdychiv! … El Santo Padre anima a la comunidad católica de Ucrania a permanecer en la escuela de María para crecer en el entusiasmo espiritual y en el testimonio del Evangelio. Exhorta, sobre todo, a los jóvenes a convertirse en evangelizadores de sus propios coetáneos …”

Por su parte, el cardenal Lajolo comenzaba así su homilía:  “No puedo ocultaros mi emoción”. Y proseguía luego: “Este es un lugar cargado de historia. No sólo de acontecimientos humanos. Es un lugar sellado por la voluntad de Dios, de su amor, que quiere hacerse reconocer y amar del pueblo ucraniano y de todas las personas. Por muchos años en el pasado siglo este edificio fue destinado a museo del ateísmo …” Por la complacencia que mostró el público el cardenal acertó en proclamar a la Virgen del Carmen de Berdychiv como “salus populi ucraini”, puesto que como pintura se inspira en aquella de la Virgen “Salus populi romani” de la basílica de Santa María la Mayor.

Kyiv

Tras la venida a la capital nuestro hospedaje corrió por cuenta del nuncio en su sede. La impresión llamativa de la capital ucraniana son tantas cúpulas doradas, que reverberan al sol. Kyiv levanta la cabeza ante Moscú de la ortodoxia y ante San Petersburgo zarista. En este lugar de los “Ru’s”, junto al río Dniepr, se bautizó el príncipe san Vladimir Sviatoslavitch en 988, dando inicio a la cristianización de los pueblos eslavos de esta zona, aunque más tarde el centro administrativo por razones históricas pasara a Moscú. Dejando de lado las muchas maravillas de esta ciudad y consideraciones de su historia, recordaré sólo el cinturón geográfico: 42 km. de norte a sur y 35 de este a oeste. Su superficie es de 820 km. cuadrados para 3 millones de habitantes.

Su Eminencia consagró al Carmelo la jornada del 20 de julio, fiesta de san Elías. Presidió la concelebración con varios Carmelitas en el monasterio de nuestras Monjas, manteniendo un prolongado diálogo con la comunidad. El almuerzo nos congregó en el convento parroquia de los Carmelitas. El cardenal se informó sobre la vida parroquial, con pequeños núcleos de fieles esparcidos en una extensa geografía. Nuestros hermanos nos acompañaron por la tarde por el centro histórico.

Al día siguiente, antes de tomar el vuelo de regreso a Roma, de manos del nuncio pudimos visitar la catedral de santa Sofía para descender al monasterio de las grutas, que es patrimonio internacional de la UNESCO. La acogida de los monjes ortodoxos fue exquisita. Recibidos solemnemente por el arzobispo, dirigió varias preguntas al cardenal Lajolo, brindando al final por la unión deseada y por la fraternidad.

Conclusión

Tras nuestra visita a Malawi en el año 2007, convencí al cardenal Lajolo para esta visita en Ucrania. Estaba convencido que le había de interesar la panorámica de la Europa Oriental, con su contexto diversificado. Aquí se vive la ortodoxia, el ecumenismo, la fe interritual de la Iglesia greco-católica y latina. Todo esto se ha podido constatar, palpar y vivir en su ambiente más espontáneo. Aparte los numerosos contactos personales que su eminencia ha mantenido, la información constante del nuncio Mons. Ivan Jurkovič ha supuesto una fuente primigenia. El cardenal no ha quedado decepcionado. Lo escuchado, lo visto, lo vivido,  ha superado toda expectativa. Ha visto y ha alabado la fe de un pueblo, con tantos mártires en el pasado, con tantos testimonios vivos en el presente. Ha constatado la herida lacerante de la división de las Iglesias, la difícil tarea del Ecumenismo.

La visita ha significado un estímulo a la presencia del Carmelo en Ucrania, un respaldo de gran resonancia al histórico santuario de la Virgen del Carmen de Berdychiv. Toda la Orden Carmelitana le debe gratitud por este desplazamiento, por su mensaje. En todas partes y en diversas ocasiones el cardenal Giovanni Lajolo ha afirmado haber venido a Ucrania invitado por los Carmelitas, acompañado de un Carmelita, por motivos carmelitanos, a los que se han añadido después otras razones al paso de la geografía que ha recorrido.

Por mi parte, por segunda vez en esta tierra, la visita me ha ayudado a contornear mejor recuerdos e impresiones de la primera visita. El capítulo inédito ha sido el contacto con la Iglesia greco-católica. Lo he apreciado de verdad, porque me ha recordado el apostolado entre los “rutenos” o “uniatas” de los misioneros Carmelitas de camino para Persia en 1605, tras su primer contacto con el mundo eslavo en Praga y Cracovia. En particular, me han  impresionado muchas confidencias de su vida, de su formación de algunos seminaristas greco-católicos de Ternopil.

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