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Crónicas Misioneras

Crónica 2. Usole, en liberia muy oriental. El Carmelo en la federación rusa

Emprendo viaje a Rusia. Me esforzaré en aplicarme la consigna de Fjodor Tjutchev: “No  se entiende Rusia con la razón, … sólo se puede creer en ella”. Por algo es el país con mayor extensión geográfica del mundo. Mi destino está en la Siberia Oriental o Asiática, en la región de la ciudad de Irkutsk. Son siete horas de diferencia solar y de reloj; como de Madrid a Nueva York. Para encontrar más fácilmente la zona se puede tomar como punto de referencia cercana el lago Baikal o la frontera con la Mongolia. Nadie crea que con llegar a Moscú estamos al fin del viaje. Quedan todavía casi seis horas de vuelo o tres días y medio del ferrocarril transiberiano. Es el pintoresco trayecto descrito por Julio Verne en su novela “Michel Strogoff”.  

Vuelo en alas de un “tupolev” de la compañía  Aeroflot. Por los caminos del aire el avión esta devorando kilómetros a más de 11, 000 metros de altitud y  a más de 800 kilómetros de velocidad de crucero por hora. Asistimos al día prolongado por el efecto de dirigirnos hacia oriente, donde nace el sol. Nos sorprende también la noche blanca o iluminada; no es debido a la luna y a las estrellas.  Es el efecto de la aurora boreal, signo de la latitud norte del planeta en que nos movemos.

Abajo, en la superficie de una geografía extensa de miles de kilómetros, hay espacio para la taiga, para la tundra, para la estepa, para lagos y ríos, para volcanes, para los geyser de agua caliente, …  
En el corazón de la  Siberia  Oriental  o  Asiática

Dicen que “Sibir” significa etimológicamente “tierra que duerme”. Debido a la enorme extensión, aquí las dimensiones se pierden. Las cifras parecen hiperbólicas, pero corresponden a la realidad:  14 millones de kilómetros cuadrados, con sólo dos personas por kilómetro cuadrado.  Su taiga o bosque  cubre 5 millones de kilómetros cuadrados; es un área comparable a la extensión de la India. La Siberia contiene más riqueza forestal que la Amazonía del Brasil. Por la Siberia discurren 53. 000 ríos.  En 1965 se descubrió el petróleo. El gas de la zona llega hasta nuestros países occidentales. La pantalla más mediática de la Siberia ha sido la obra  “Doctor Zivago” de Boris Pasternak (1890-1960). Concluyamos reteniendo la existencia  de una Siberia Occidental y otra Asiática. A nosotros nos interesa la segunda, más lejana, más exótica, menos conocida.

Siberia entra en nuestra historia moderna con Iván el Terrible (1530-1584). En 1552 conquistó a los tártaros mongoles la ciudad de Kazan, en 1556 la de Astrakan. Así adquirió la entera zona del Volga, abriendo la puerta para la anexión siberiana con la toma de Tobolsk en 1582. Fue el final del imperio de Gengis Kahn en esta zona. La colonización de la Siberia comenzó con el comercio de pieles. Más tarde llegaron los funcionarios del estado para cobrar   el tributo de ese comercio. Así los ostrog o fortalezas militares dieron nacimiento a las ciudades. Irkutsk nació en 1651.

Frente al ostracismo precedente Iván el Terrible favoreció acuerdos con los países europeos. Decretó que italianos y austriacos podían traer consigo “la fe de los papas”.  La zarina Catalina II autorizó a los extranjeros a establecerse libremente en todas las regiones de la Rusia, permitiendo generosamente traer y practicar “sus propias leyes y ritos sin ningún impedimento, construyendo iglesias y campanarios…” Excluía sólo la construcción de nuevos monasterios.  

El Cristianismo tuvo su origen en Siberia con la deportación de los príncipes alemanes en tiempos de Iván el Terrible y de la masa de polacos en los siglos 17 y 18. La campaña de Napoleón en 1812 aumentó la fe católica con soldados y oficiales prisioneros. La insurrección de Polonia en 1830 supuso la llegada de una nueva ondada de católicos.  

Maxim Gorki definió a Siberia como “tierra de cadenas y de hielos”. Desde  1650 fue el lugar de exilio con los zares. Aquí conocieron ese infortunio personajes, como Fjudor Dostoievskij, León Trozky, Josef Stalin o Vladimir Lenin. Pero a principios del s. XX habían cesado los confinamientos represivos en Siberia. Stalin los estableció de nuevo, reforzándolos  con un sistema burocrático de confinamientos en masa, de colonias de trabajos forzados, de campos de concentración, de hospitales psiquiátricos de internamiento forzado, de zonas de exterminio sistemático. Aquí se crearon los gulag, nombre siniestramente eufémico (Glavnoe Upravienie Lagerey) que significa Administración principal para los campos. Con su  libro Archipiélago Gulag, Aleksander Solzenicyn desveló a Occidente el crimen organizado contra la humanidad que por decenios perpetró el estado soviético para eliminación de sus enemigos: reales, hipotéticos o imaginados. Esta población de condenados sin defensa creció de  30. 000 personas en 1928 a ocho millones en 1938. Se habla de 20 millones de seres humanos que perecieron en los gulag siberianos. El exterminio de masas se programó con la alimentación deficiente, el trabajo sobrehumano, la soledad y el frío extremo. Boris Eltsin liberó en el reciente 1992 a los 10 últimos prisioneros que se encontraban en  Perm. Siberia ha sido doblemente gélida: por las extremas temperaturas de invierno prolongado y por el trato elevadamente inhumano que se infligió a tantos millones de personas.

Conviene recordar la fe heroica y el martirio de tantos católicos en este lugar. Paolo Pezzi en su tesis doctoral sobre Iglesia católica y nueva evangelización en Siberia (Universidad Lateranense, Roma 2005, 247 pp.) ilustra un tanto la persecución sañuda y sistemática de la fe cristiana durante decenios con datos y testimonios escalofriantes. Se vivió la vida cristiana en situación de catacumbas. Se pretendió la supresión oficial de la Iglesia, de la tradición y conciencia cristiana del pueblo. La supervivencia se logró con oraciones transcritas a mano, con los himnos religiosos aprendidos de memoria, con heroísmo, con valentía de riesgo y creatividad clandestina. Para la memoria histórica de la fe cristiana conviene valorar y estudiar más en detalle los particulares de una fidelidad extrema. Aun se encuentran personas que pueden contar lo vivido con tanto temor, en tanta soledad, en tanta inseguridad e incertidumbre.

 
Irkutsk,  en  las  cercanías  del  destino

         La ciudad de referencia mayor para mi destino es Irkutsk. Románticamente la llaman  “Paris de la Siberia”. Sabemos que fue fundada en 1651. Hoy cuenta con 600. 000 habitantes.  Irkutsk es el centro administrativo de la Siberia Oriental, sede episcopal para esta extensa zona, la diócesis geográficamente más extensa del mundo. Es útil recordar que aquí estamos en Asia. La primera iglesia parroquial católica data de 1884, aunque la capilla polaca es de 1881. En 1991 se abrió otra nueva de los tiempos postsoviéticos. Es la reciente catedral.

         Admiro con particular curiosidad la estación ferroviaria. Por aquí pasa el decantado tren transiberiano. El zar Alejandro III autorizó la construcción de una primera parte en 1886. Precisamente la prolongación de aquí se convierte en tren trans-manchuriano y en tren trans-mongoliano;  ambas ramificaciones conducen hasta Pekin (China) por rutas diversas. Es el tren de mayor recorrido en el mundo. De Moscú a Vladivostok son ya  9. 946 kilómetros Nadie me sabe decir cuántos kilómetros quedan hasta la capital china. En cualquier caso, el tren transiberiano sacó del aislamiento a Siberia, favoreció su comercio y comenzó a atraer a innumerables turistas con afanes de rutas románticas.  

Otro punto de gran atracción es el lago Baikal. Hay que admirar primero el incomparable entorno montañoso. Se llega por una carretera casi rectilínea, de subidas y de bajadas, pero siempre circundada de una frondosidad cerrada. En el lago cuenta ya su extensión:  600 kilómetros de longitud por 100 de ancho. Representa la talla geográfica de Bélgica. El mayor lago del mundo, bate también el récord de profundidad: 1. 637 m. Permanece helado seis meses sobre doce. Es navegable o se convierte en pista para los vehículos. Llama la atención la transparencia inusitada del agua, divisándose el fondo con la máxima nitidez. “Esta agua es tan pura que se puede meter en la batería de un coche”, nos asegura el director del Instituto de Limnología o ciencia que estudia los lagos. En los tenderetes y puestos de recuerdos para atracción de turistas se vende profusamente pescado ahumado o frito, que proviene de las aguas dulces y frías de este pequeño mar interno.

 

Usole,   final  del  trayecto

“Usole” significa “junto a la sal”. Así nace esta ciudad a las orillas del río Angara, a menos de 80 kilómetros de Irkutsk, en dirección noroeste. En frente de “su isla roja” está la lápida conmemorativa de la fundación: 1669. Y allí junto al río también surge una de las fuentes salinas, que todavía dan vida a esta ciudad de 100. 000 habitantes. Es su industria salina. La población tiende a la disminución por el descenso de los puestos de trabajo. El núcleo urbano no tiene un centro catalizador, ni una calle central. Presenta una extensión por zonas, sin gran unidad de conjunto. No se ven más que antiguas casitas de madera, cuyo detalle ornamental se concentra en las ventanas, o bloques de viviendas, sin alma ni inspiración, de la época soviética de Khrushchev. La ciudad está desprovista de la infraestructura necesaria que corresponda a tanta población. Aquí se implanta el asentamiento carmelitano de la Federación Rusa.  

Evoquemos los antecedentes. Hubo un efímero intento de fundar un monasterio de monjas Carmelitas en Moscú. La prensa occidental reprodujo la oposición ortodoxa a otro proyecto más elaborado de las Carmelitas de Lituania para Nigegorodcki entre 2002 y 2004. Debe de haber algún movimiento actual de inicio fundacional con el beneplácito del Obispo en Novosibirks, Siberia Occidental. Pero el primer lugar de la verdadera iniciación de la vida carmelitana en Rusia fue Taganrog, en el norte del Cáucaso. La historia venía de antaño. En esta ciudad un carmelita lituano, Serafín Goldfeld, tras la dispersión de la Provincia de San Casimiro en el tercer reparto de Polonia (1795), fundó en 1812 con ayuda de comerciantes extranjeros la parroquia de la Trinidad. Quedaba el recuerdo de la iglesia carmelitana en el centro ciudad, que perduró hasta 1923. En los tiempos de la perestroika los carmelitas polacos intentaron recuperar esta iglesia, actualmente convertida en biblioteca municipal. Tras recurrir al presidente Boris Eltsin, recibieron de su secretaría la respuesta de que podían obtener su restitución sin pagar resarcimiento como antiguos propietarios. Pero las autoridades locales permanecieron en su posición de reclamar sumas ingentes de dinero.  En estos tratos, que no llegaron a conclusión, primero un carmelita polaco y luego dos vivieron aquí de octubre de 1997 a diciembre de 1999. De aquella permanencia ha surgido el primer Carmelita ruso que ha hecho la profesión el 19 de junio de este año 2005 en Polonia.

El 14 de diciembre de 1999 el pequeño núcleo de Carmelitas se trasladó a Usole en la Siberia Asiática. ¿La razón de este cambio de geografía? El recuerdo o la llamada espiritual de San Rafael Kalinowski (1835-1907). Vivió el exilio en Siberia por su participación en la insurrección de los polacos en enero de 1863 contra el zar Nicolás I. En sus Memorias publicadas por Ryszard Bender el santo carmelita polaco evoca sus recuerdos de Irkutsk y de Usole en los años de 1865 a 1872 (Wspomnienia 1835-1877. T. 3, Lublin 1965, pp. 102-124). Igualmente lo hace en la Correspondencia de ese tiempo (Listy, T.  1. Lublin 1978, 444 pp.).   

En Usole hay ahora frailes Carmelitas de la Provincia de Varsovia y monjas Carmelitas del monasterio de Kalisz, igualmente de Polonia. Es un refuerzo recíproco. Hablemos por partes.  Primero, de los hermanos. Los dos artífices actuales son el P. Kasjan Dezor en la madurez de sus 73 años y el joven Pawel Badzinski, de 34 años.  Representan dos generaciones, pero se aúnan en tantas sintonías. El carmelita veterano trabajó como sacerdote obrero en patria y como misionero en Burundi; habla francés. El joven estrenó su vocación misionera en Bielorusia; es meritorio autodidacta de italiano. Los dos vivieron juntos la añorada experiencia de Taganrog.

Pioneros de una evangelización difícil, viven aquí en la pobreza material y en el despojo que impone esta lejanía siberiana. Su vida y su acción en Usole son, ante todo, una presencia. Esperamos que sea también un fermento;  como la vida de Charles de Foucauld en Tamanrasset. Ocupan una reducidísima habitación en el primer piso de un fabricado proletario, muy arreglado en su exterior. A pocos metros han erigido la única capilla de culto público en esta ciudad de 100. 000 personas. El crucifijo central y el cuadro del titular San Rafael Kalinowski son obras de un prisionero. Los vecinos, como el resto de la población, son el clásico prototipo del “homo sovieticus”. Aquí son oportunos los interrogantes paulinos:  “¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído?  Y, ¿cómo creerán en el que no han oído?  Y, ¿cómo oirán sin que se les anuncie…? (Rm 10, 14).

Esta gente que, curiosamente, se la ve esperar de cuclillas al borde de la carretera y en los momentos de descanso, ¿llevará en su interior la misma tristeza que aparentemente muestra en el exterior? Alguien me asegura que sí, que las personas aquí no se han liberado todavía de la falta de esperanza que les inculcó el comunismo. Para edificante satisfacción mía escucho de la boca de mis hermanos esta afirmación: “No es fácil entender a estas personas, pero hay que amarles de igual modo”. Es el principio pastoral de los Carmelitas en Usole.

Aquí se vive también la extraña sensación de estar en una ciudad, donde no se ve una torre de iglesia. Todo signo, toda realidad religiosa tangible ha quedado suprimida por el pasado sistema. Basta ver las fotografías de cómo la juventud comunista dinamitó la artística iglesia ortodoxa. Ahora hay otra en construcción. Para favorecer la reconstrucción moral y religiosa la Congregación de las Hermanas de San Alberto, fundadas en Polonia por San Adán Alberto Chmielowski, ofrecen una mano eficaz en la asistencia caritativa de la parroquia. Por el momento, permanece sólo para mí la impresión desvisceral que me ha producido la infancia que ellas procuran sanar, infancia ya destrozada desde la familia, niños no tóxico dependientes, sino  amoníaco dependientes,… ¡Nunca me lo hubiera imaginado hasta haberlo visto!  Muestran morfológicamente hasta en el rostro el estigma de la destrucción.

Cuando llegaron los dos Padres todo estaba por comenzar, todo por hacer. Tendrán trabajo cuando afronten en profundidad los males sociales de la población: alcoholismo extendido con su repercusión en la vida familiar, la infancia abandonada en la calle, la corrupción inveterada,  la proliferación de las sectas religiosas, …  

En Usole se vive la realidad de la “pequeña grey” evangélica. Hay que soplar mucho para que de las cenizas de la conciencia surja la llama religiosa. Esto significa que la evangelización o la pastoral comienza de cero. Pero nuestros hermanos se muestran optimistas. “Los convertidos –aseguran- llegan con la mejor disposición, puesto que provienen del ateísmo. Vienen sin las contaminaciones de una religiosidad difuminada y supersticiosa por falta de formación en el pasado…” Los dos Padres tienen esperanza en los jóvenes del catecismo, en el grupo de los acólitos. Cuentan con alguna vocación para el futuro. Se impone el catecumenado de adultos.

Está a punto de llegar el tercer miembro de la próxima comunidad. Es el P. Stanislaw Praciak, de la Provincia de Cracovia. Será el benjamín de la comunidad.  Está el terreno adquirido, está el proyecto preparado para levantar una iglesia-santuario en honor del santo exilado de estas latitudes, San Rafael Kalinowski, están los planos del futuro convento para la comunidad. Se cuenta con que sea un gran centro de difusión carmelitana. La realización se retrasa porque la burocracia es intencionadamente lenta. Pero nada arredra a estos ejemplares de valentía cristiana: ni el frío “siberiano” de los prolongados inviernos, ni los obstáculos administrativos que les obligan a abandonar el país una vez al año para solicitar desde fuera el permiso del próximo año de permanencia. Con estos obstáculos reiterados la vida les resulta económicamente costosa.

Hablemos de las Carmelitas. Llegaron en el año 2002. Han sobrepasado el miedo inicial de alguna sorpresa en la nueva tierra, de algún indicio de que aquí a los forasteros se les coacciona a pagar ciertos tributos no siempre limpios, no siempre claros. ¡Todo sea por Dios y por el resultado feliz de esta fundación! En la zona no existen otros lugares de  tradición monástica. Las Carmelitas viven en una casa provisoria con el terreno ya tapiado. Está el proyecto, están los planos, ...  ¿Qué falta? La autorización administrativa, que –como de costumbre- es agotadora. Las dos postulantes del momento se formarán en Polonia.

A mis tres preguntas responden así:

-  ¿Qué ideal os ha traído a Siberia?

-  Unidas a la memoria de San Rafael Kalinowski, queremos que en Usole haya un lugar especial de oración. Esto exige un discernimiento para saber encarnar cada día el ideal del Carmelo en esta realidad.

-  ¿Os sentís misioneras en Usole?

-  Rusia recibió el Cristianismo hace varios siglos. Los ortodoxos consideran a este país como exclusivo suyo. Pero falta mucho para cristianizar Rusia. Esperamos que nuestra simple presencia ayude a esta finalidad…

-  ¿Cuál ha sido vuestra mayor dificultad hasta ahora?

-  El permiso de estancia. Tenemos que renovarlo cada año. Tenemos que abandonar el país cada año para formular de nuevo la petición. Con esto sufre la clausura y sufre la economía. Añadimos también la pobreza: los niños desnutridos que cada día vienen a nuestra puerta...

Para calibrar el arraigo del Carmelo en Usole he tenido la suerte de celebrar aquí la solemnidad de la Virgen del Carmen. Por la mañana, por supuesto, hemos celebrado con nuestras hermanas las Carmelitas La presencia de sacerdotes, religiosos y religiosas de Irkutsk, de Angarsk, muestra la solidaridad del arciprestazgo con nuestra comunidad de hermanos en la eucaristía vespertina y en el ágape; son las mejores ocasiones para estrechar relaciones de fraternidad. Nunca en mi vida como hoy en Usole he tenido la impresión tan fuerte de vivir la koinonia de la Iglesia primitiva o naciente (cf. Hch 2, 42-47). La comunidad del Cenáculo creció y se propagó. Este es el augurio que formulo aquí al término de esta celebración memorable.

La misión de Usole precisa de una gran bendición celeste y de un sacrificado compromiso evangelizador. He constatado la evidencia de los dos presupuestos. Por eso termino mi visita con una convicción: El germen de la implantación carmelitana en Rusia  parece contener una resonancia de la profética y programática afirmación de Santa Teresita de Lisieux:  “En el Corazón de la Iglesia, mi Madre, seré el Amor…”  (Ms B  3 v).

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