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Crónicas Misioneras

Madagascar - La grande Isla. (1ª Parte)

Cada vez que me ha tocado venir a Madagascar –la primera en1991- he consignado mis impresiones para los lectores de La Obra Máxima. Cada vez que he venido ha sido por imperativosde apostolado carmelitano. En mi última visita, la del 2010,eran cuatro los monasterios de las Carmelitas Descalzas. Ahora se suman dos más, llegando a seis. En Madagascar crece elnúmero de las Carmelitas Descalzas más que en África.

Siempre me han cautivado sus gentes, su religiosidad, su paisaje, el sentido de la fiesta, de las celebraciones de este pueblo. Se aprecia enseguida la mentalidad deser habitantes de una isla; prácticamente, con conciencia de vivir en un continente.

En Madagascar hay una identidad bien definida. No se le ocurra a nadie identificar a los malgaches con los africanos. Hay que diferenciar bien entre África y Madagascar.

Madagascar es la cuarta isla más grande del mundo, tras Groenlandia, Nueva Guinea y Borneo. La denominación acertada le dan sus propios habitan

tes: La Isla Grande. Así la definió ya el historiador francés E. de Flacourt (Histoire de la Grande Île, París 1661). Así lo es en realidad con sus 592.000

km²., superficie superior a la de Francia con los países del Benelux. Entre el Canal de Mozambique y el Océano Índico la Grande Isla se extiende 1.580 km.

de norte a sur con 580 km. de este a oeste. Es el espacio para los más de 23 millones de malgaches.

De Europa se alcanza Madagascar atravesando África en diagonal hacia el trópico de Capricornio. Franqueando la línea del ecuador, a la altura de Tanzania, se llega al Océano Índico. Allí, sin todavía adentrarse demasiado en las aguas, en paralelo con la tierra firme de Mozambique, se encuentra Madagascar.

Por su posición en el Océano Índico, Madagascar ha sido la rosa de los vientos de tantas inmigraciones del Oriente, de África en la antigüedad. Durante mucho tiempo, durante siglos, Madagascar ha trasmitido su pasado por la oralidad, sin fuentes escritas.

Saliendo de la nebulosa de los tiempos, dejando de lado leyendas curiosas y atractivas, entrando de puntillas en la historia, digamos que los primeroshabitantes conocidos fueron los Vazimba. Se sabe de la penetración islámica, que provenía de África a través –sobre todo- de las Islas Comores. Introdujeron su alfabeto. Eran los «Antalaotra», la gente del mar.En una tempestad furiosa del 10 de agosto de 1500 la flota portuguesa de Diogo Dias, de camino para la India, se refugió en la costa malgache. Así la Isla Grande se convirtió en escala oportuna de la ruta hacia la India. Pero Portugal no encontró aquí las especias que le interesaban, y no le prestó atención.

Otra fue la apreciación de los holandeses: «Lo primero que interesa en la conquista –escribía Walter Hamond en 1643- es que no venimos para plantar, sino para recoger...» Radama I (1810-1828) fue el primer gran rey de Madagascar. Su sucesora Ranavalona I, que reinó por 33 años, se mostró la mujer fuerte contra los intentos de dominación extranjera. Inglaterra y Francia se acordaron para quedarse la primera con Zanzíbar y el país galo con Madagascar. En 1885, tras el congreso de Berlín, se instauró el protectorado francés, que en 1896 se convirtió en colonia. Pero también aquí comenzaron a surgir los movimientos independistas. En 1913 apareció la sociedad secreta «Vy, Vato Sakelika» (Hierro, Piedra, Ramificación). En 1920 se extendieron otros movimientos anticolonialistas. En 1948 Madagascar se convirtió en territorio francés de ultramar. Las libertades democráticas se establecieron en 1956. Por fin, el 26 de junio de 1960 sonó la hora de la independencia política.

El tipo general del nativo muestra rasgos fisionómicos de aspecto afroasiático, de color que va de moreno a negro. El idioma malgache forma parte de las lenguas austronesianas, una familia lingüística que se extiende del Pacifico al Océano Índico.

El malgache es una lengua aglutinante, cuyas palabras pueden contener más de cuarenta sílabas que se contraen en la pronunciación. A principios del s. XIX el rey Radama I impuso el alfabeto latino. El francés que escucho en la calle me suena a una pronunciación jaboneada o de glicerina. La «r», por ejemplo, la pronuncian más ligera, más resbalada, sin la ganga reduplicativa o sobrecargada de la metrópoli.

Un proverbio popular refleja la hospitalidad de este pueblo: «Yo soy el arroz y tú el agua». Una fórmula en uso desea: «Que Zahanary os bendiga». Zahanary (el señor perfumado) o Andriamanitra es el dios único de los antepasados. La religiosidad popular se manifiesta en este principio: «La tierra es la primera esposa de Dios». El ofrecimiento del cebú, señal de una sociedad agrícola y ganadera, es el sacrificio más tradicional. La circuncisión libera al muchacho de su condición femenina –dicen- que tenía desde su niñez. Este rito fisiológico lo declara núbil.

No pretendo entender la mentalidad del país. Sí es verdad que algunas veces sus reacciones, algunas de sus afirmaciones pueden sorprender un tanto, como en todo pueblo lejano al nuestro. Alguna persona con experiencia ha querido convencerme de este axioma, que lo encuentro caricaturizante:

«Aquí dos y dos no son cuatro. Y si alguna vez son cuatro, no es verdad...» ¿Por qué no puede haber más lógica que la de Aristóteles o de Descartes?

Pienso honestamente que los malgaches tienen derecho a ser diferentes, como lo somos nosotros para ellos. La riqueza del buen entendimiento está en aceptarnos y apreciarnos en la diferencia.Madagascar tiene hoy 45.000 km. de pistas transitables y 5.000 km. de carretera asfaltada, 900 km. de ferrocarril más o menos en funcionamiento y 15 aeropuertos. Es actualmente el primer país productor de vanilla en el mundo, importado de América, pero polinizado adecuadamente aquí. Significa «el petróleo marrón» del país. El alimento base, a juzgar por la cantidad de consumición, es el arroz: tres veces al día, como el rezo del ángelus. 120 kg. de media por persona al año. Y arrozales en el valle, arrozales verdeantes en forma de terrazas superpuestas en las colinas, es el paisaje más frecuente de su geografía. Se puede imaginar el agradable efecto óptico.Concedamos también una mirada rápida a la capital. Antananarivo se llamó antiguamente Vohitsara (ciudad de la belleza). Asentada a 1.300 m., la ciudad se presenta plácida y muy extendida. Cuatro colinas la configuran. A pesar de algunas avenidas, abundan las calles estrechas. Con sus lagunas y ciénagas muestra una buena proporción entre espacios verdes y construcciones de casas. En los últimos cincuenta años ha pasado de 50.000 a más de 2.000.000 de habitantes. Por el trajín y el movimiento la vida hierve en la calle. Aquí hormiguea una población predominantemente joven. Por supuesto, la animación y la vivacidad de los mercadillos callejeros son la mejor evocación de las ciudades y poblaciones africanas o de los «souks» orientales. Son bazares de toda posible quincalla y alimentación. Aquí se vive y se comenta la vida cotidiana con la mayor vehemencia. Sobre la colina mayor emerge la «rova» con el palacio presidencial y el palacio de la reina. El primero fue construido en 1872 por William Pool en ladrillo y piedra, con cuatro torreones y cúpula de cristal. Los nativos lo llaman «Andafiavaratra». En la misma colina, en posición ligeramente inferior, se encuentra la catedral. En su plaza se ha construido una capilla para venerar los restos mortales de la Beata Victoria Rasoamanarivo, lugar de incesante peregrinación.

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