Crónicas Misioneras

Madagascar -Recorrido carmelitano MORAMANGA. (7ª Parte)

Por una vez fueron ellos, los misioneros Carmelitas Descalzos, los que se asentaron primero en esta modesta ciudad de Moramanga, a 120 km. de Antananarivo. Aquí pervive el recuerdo del generoso misionero, P. Sergio Sorgon, que el 7 de enero de 1985 apareció asesinado en la carretera y colgada su cabeza sobre un árbol cuando regresaba de la capital. En el museo que recoge sus recuerdos se aprecia la moto sobre la que viajaba cuando lo asesinaron.

Los misioneros vénetos organizaron aquí su segundo gran centro misional con una casa de espiritualidad para reuniones y convenios. Tiene una capacidad superior a las 40 habitaciones. Conoce una frecuentación constante. Aquí se han celebrado convenios internacionales carmelitanos de importancia, como algún congreso de Misiones y hasta un Definitorio Extraordinario de los superiores mayores de la Orden en 2008. La comunidad carmelitana de seis sacerdotes y un diácono en prácticas pastorales se encarga de una actividad típicamente misionera, atendiendo a tres distritos fuera de la ciudad, con penetración en la selva o tierra adentro. Ya se sabe que en estos lugares, una vez que uno se separa de la carretera principal, los caminos que se abren son rutas de fortuna para alcanzar poblados apartados. Como casa carmelitana, Moramanga es también la sede del postulantado. Hoy son 17 los jóvenes que realizan los estudios secundarios en vistas al ingreso próximo en el noviciado. Es un año intensivo de iniciación carmelitana, de aprendizaje pastoral en las estaciones de tierra adentro. La novedad de ahora es el santuario: un gran santuario dedicado a Nuestra Señora del Carmen, todo primorosamente terminado –dentro y fuera- en forma circular con techumbre de madera. Es uno de lo  edificios centrales y más vistosos de la ciudad El verde tejado de zinc, que reemplaza al anterior que lo destruyó un tornado feroz, se divisa desde lejos.

Como parroquia acoge de 800 a 1. 300 fieles cada domingo. Sirve de meta para tantos grupos peregrinos de la zona. En la fiesta del Carmen del 16 de julio todo es pequeño para acoger a tatos peregrinos. A las puertas de la ciudad, por un camino de barro, se llega al monasterio de las Carmelitas Descalzas. Desde su promontorio de la colina se divisa la ciudad a los pies. El emplazamiento geográfico es un signo premonitorio de las bendiciones que imploran sobre la vida en la llanura. Como Moisés en la montaña bíblica (Ex 17, 10-11).

Se puso la primera piedra en 2011, en la festividad de Nuestra Señora de Fátima. Una estatua del patio en una hornacina lo recuerda. Se inauguró en 2013 con Monjas provenientes de Fianarantsoa. (¿Verdad que estos nombres nos resultan ya familiares?) ¿Qué se inauguró? Un pabellón pequeño, que contiene lo esencial indispensable para la vida de las nueve monjas más la primera postulante. Y la capilla… por obra y generosidad del Papa Francisco. En visita «ad limina» a Roma, el obispo diocesano se atrevió a pedir una bendición para el Carmelo que había comenzado en su diócesis. Momentos más tarde regresó el Papa, preguntando: «¿Dónde está el obispo de Moramanga con su nuevo Carmelo?» Y le extendió un sobre…, con cuyo contenido se ha terminado la capilla: sobria, acogedora, capaz. Para este año de la Misericordia es una de las dos puertas santas de la diócesis. ¿El resto del monasterio? Dios dirá. Las precariedades de Santa Teresa en sus fundaciones es el continuo punto de referencia también para esta comunidad. En su situación de monasterio reducido a lo mínimamente esencial, las Carmelitas Descalzas viven la situación privilegiada de conocer como nadie en su propia carne lo que comporta una fundación teresiana, la trepidación que se pasa en una nueva fundación. Y la advertencia del Señor: «Que qué sería del mundo si no fuese por los …» (Vida 32, 11). Por su perentoria necesidad las Carmelitas Descalzas no pueden desperdiciar el agua de la lluvia. Por canalones de sus tejados la recogen íntegra en grandes recipientes. Sirve para la irrigación del huerto. Yo vi los dispositivos para recoger el goteo consistente del intenso rocío matutino. Todo se aprovecha. Este suelo –pródiga tierra roja- no espera más que el beso del agua para que germinen las cosechas y los frutales. Tampoco hay tendido eléctrico; ni paneles solares. Llegada la noche, nos alcanza la más tupida oscuridad. Para cualquier emergencia hay que llevar siempre la linterna en el bolsillo. Contentémonos con mirar el cielo estrellado, que aquí se puede contemplar extraordinario.

Algo se resarce mientras dura el uso del costoso grupo electrógeno, que sirve para los momentos del rezo coral nocturno y del refectorio. La misa tempranera a las 6,00 comienza en penumbra, a la luz de las candelas. Diez minutos más tarde irrumpe ya la claridad del día. Al final de la misa las Monjas pueden cantar los Laudes a la luz del sol. Así se vive en estas latitudes. La fundación de Moramanga parece un capítulo abierto y todavía no terminado del «Libro de las Fundaciones».

Ahí están las alambradas y tablones de madera como separación de la clausura, que esperamos sean provisorios, sólo para poco tiempo, en espera de signos más consistentes que se sustituirán y se completarán. Admirando el remango de esta pequeña comunidad de Carmelitas, esperamos que en breve –con el concurso de la Providencia- tenga su «monasterio cabal», en términos teresianos (V 33, 12). Las describiría como «personas para ir a Guinea (sinónimo de África en aquel tiempo), y aún más adelante » (Carta del 11-07-1577 a María de San José). En pluma de la M. Teresa significa un merecido piropo. Dirijo la pregunta, cuanto menos, con sorpresa y admiración: ¿En qué otro país del mundo habrá dos fundaciones simultáneas de Carmelitas Descalzas, como las de Morondava y Moramanga en Madagascar, a la espera de ayuda material para terminarlas?

Mientras tanto pervive el desafío de la firme esperanza. Es la mejor garantía. Al lado del Carmelo, como la compañía más ideal, está el gran complejo de una residencia de muchachas. La dirigen las Siervas de Santa Teresita («Ancelle di Santa Teresina del Bambin Gesù»), admirable Congregación italiana que se nutre de la Infancia Espiritual en su vida y en su obra. Pertenece a la familia carmelitana desde su agregación oficial en 1996. Tiene su casa-madre en Vallo della  Lucania, Italia. Las novicias participan de las enseñanzas teresianas que imparto a las Carmelitas.

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