Crónicas Misioneras

Crónica 9. 70 años de existencia del primer carmelo en áfrica

El Carmelo de Kananga, República Democrática del Congo, ha celebrado el 14 de noviembre del 2004  los 70 años de existencia. Fundado en 1934 por seis monjas de Bélgica, ha conocido una irradiación memorable. En 1952 fundó el Carmelo de Zaza (Rwanda), hoy en Kigali, que  -a su vez- 10 años más tarde, en 1962, fundó Kinshasa. Más tarde fue el turno de Ruhondo-Remera (Rwanda), hoy en Yamoussukro (Costa de Marfil), e igualmente Cyangugu (Rwanda).

Este primer Carmelo del África subsahariana cuenta actualmente con 14 monjas, todas africanas, y es una presencia viva, un punto de referencia intensa para la Iglesia local. Trazando las grandes líneas de nuestra historia, proclamamos al mismo tiempo la fidelidad de Dios que nos confirma en la convicción  de que Jesucristo « es el mismo, ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8).

El origen de la primera fundación africana

El proyecto de fundar un Carmelo en el Africa negra se cristalizó el 14 de noviembre de 1934 en Kabwé, actual República Democrática del Congo, en tiempos de la colonia belga. Los primeros movimientos habían comenzado diez años antes, entre esperanzas y alternativas.

La primera idea nació  como fruto de una conversación  mantenida en febrero de 1925 en el Carmelo de Matagne-la-Petite (Namur) con un misionero jesuita en la región de Kwango (Congo). Al término de la conferencia que mantuvo el jesuita, las Carmelitas hicieron dos preguntas: «¿Tiene Usted Carmelitas en la colonia?. ¿Será posible que las Carmelitas se establezcan en un país de Misión ?»

Además de la curiosidad, estas cuestiones reflejaban la expresión de un celo apostólico que recuerda el de la Santa Madre Teresa de Jesús. Pero el proyecto no se realizará tan rápidamente Los superiores mayores querían asegurarse; por eso juzgaron oportuno imponer un silencio sobre la esperanza que se entreabría.

El Carmelo de Matagne era demasiado joven, no contaba más que 15 Hermanas para realizar una fundación tan novedosa. Además en 1924 habían abandonando una vasta propiedad para establecerse en un espacio más reducido, donde todavía faltaban la capilla y los claustros. Pero estas dos dificultades iniciales no impidieron el consagrarse al futuro de tal noble empresa.

Cuando Pío XI publicó en 1926 la encíclica "Rerum Ecclesiae" invitaba a las Ordenes contemplativas a establecerse en países de Misión. Así el proyecto de la fundación en el Congo recibió un impulso. Las conversaciones se establecieron con varios prelados misioneros. Surgían varios interrogantes: «La regla del Carmelo, ¿podrá adaptarse al clima ecuatorial? El elemento indígena, ¿será apto para la vida contemplativa ? La caridad de esos años de crisis económica, ¿aportará las ayudas necesarias para una fundación en África…?».

Tras una seria reflexión, la primera cuestión parecía aclarada: La Regla carmelitana, redactada en el s. XIII en Palestina, es practicable en el trópico. La Providencia y las gracias del futuro habían de resolver también  los otros interrogantes. Cierto, la hora de Dios no había llegado todavía; pero parecía estar cerca.

Entre tanto el Señor preparó providencialmente los pioneros para su tarea futura con una vida de trabajo y de oración intensa. Los deseos de las monjas se intensificaban y las vocaciones aumentaban. En 1928 S. E. Mons. Van Hee, vicario apostólico de Kwango, viajó a Roma y pasó por el monasterio de Matagne-la-Petite para anunciar que él asumía el proyecto de la fundación carmelitana en la colonia del Congo. Traía también  todas las aprobaciones de Propaganda Fide y la bendición del Papa Pío XI.

El 15 de octubre de 1932, según la crónica conventual de Kabwé, el señor conde John Cornet d’Elzius, amigo y bienhechor del Carmelo, prometió uno de sus terrenos en la región congolesa del Kivu, donde había construido ya una capilla en honor de la Virgen Nuestra Señora. Desgraciadamente Mons. Huys, coadjutor de Mons. Roellens, vicario apostólico de Bauduinville, no parecía favorable. Antes de entrar en el locutorio del Carmelo manifestó: «Voy a desaconsejar esta empresa a las Carmelitas». A pesar de esta oposición, el prelado expresaba la felicidad del vicariato en acoger a las Carmelitas.

No parecía ser voluntad de la Providencia que el Carmelo se estableciera en esta región de clima suave y de paisajes incomparables. Esta fue la opinión de Mons. Van Hee, que recomendó  ponerse en contacto con los misioneros de Scheut, cuya sede estaba en Léopoldville, hoy Kinshasa.

En septiembre de 1933 el P. Daems, superior de los Misioneros del Corazón Inmaculado de María (Scheut), aceptó el principio de la fundación carmelitana en uno de los vicariatos a ellos confiado. Dudando de la oportunidad de que la fundación se hiciera en Léopoldville (Kinshasa), el delegado apostólico Mons. Dellepiane propuso la ciudad de Kisantu, al lado del gran seminario regional. Se sucedieron las conversaciones durante el congreso eucarístico de Kisantu.

Así el 13 de marzo de 1934 Mons. De Clerq, vicario apostólico  del Alto Kasayi, aceptó la posibilidad de fundar el monasterio de las Carmelitas en su Vicariato. Propuso situar la fundación en la meseta de Kabwé, entre el seminario mayor y  menor, no lejos de la parroquia. Este prelado no pudo ver terminada la obra, porque el vicariato fue divido en dos.

El 15 de mayo de 1934 el Delegado Apostólico pudo ratificar plenamente el proyecto del Carmelo de Matagne-la-Petite, con la bendición especial del Papa Pío XI. El General de la Orden, P. Guillermo de San Alberto, seguía también con interés los preparativos. Habiendo sopesado bien la importancia y la responsabilidad o los riesgos de tal proyecto, intervino para conseguir las autorizaciones de Propaganda. El tren estaba en marcha.

Fundación  en  Kabwé

El 6 de octubre de 1934 seis Carmelitas embarcaron en Lisboa rumbo al África central. La M. Carlota del Corazón de Jesús, Teresa de la Santa Faz, Cecilia del Buen Pastor, y María Rosa de San José provenían de Matagne-la-Petite. A ellas se juntaron María Juliana del SS. Sacramento, del Carmelo de Lieja, y Margarita María del Sagrado Corazón, profesa de Ath.

M. Carlota, que había sido priora de 1928 a 1931, fue designada priora de la nueva fundación. El itinerario de las Carmelitas siguió prácticamente el de los primeros carmelitas, misioneros del Congo en 1584, tras las expediciones fracasadas de 1582 y de 1583. Desembarcaron en Lobito (actual Angola) el 28 de octubre, en la fiesta de Cristo Rey. En Luanda pudieron admirar los recuerdos de aquella fundación carmelitana. Por ferrocarril llegaron a Dilolo-Tenke, primera estación del Congo Belga. Entonaron una vibrante « Salve Regina », porque se sentían cercanas a la meta en Luluaburg, actual ciudad de Kananga.

Tras algunos días pasados en Mikalayi, primera Misión de la región, para un primer contacto con la nueva tierra, el nuevo clima y el nuevo entorno cultural, el 13 de noviembre de 1934  las pioneras del África subshariana llegaron, por fin, a Kabwé, donde recibieron de manos de Mons. De Clerq el acta de la erección canónica, recientemente llegado de Roma. El monasterio de Kabwé se fundó oficialmente al día siguiente con la celebración de la primera misa. Las Carmelitas se pusieron enseguida a preparar el terreno, a plantar los árboles, a trazar los senderos, convirtiéndose en albañiles y en carpinteros.

En mayo de 1935 llegó un primer refuerzo de personal, seguido de un segundo en 1936. Así llegaron a 12 las Monjas del primer monasterio carmelitano del África negra. Se lee en  su crónica: «El 24 de mayo de 1935 llegaron cuatro Hermanas de Matagne, entre ellas una novicia y una postulante. Les preparamos el lugar separando en dos nuestras celdas con una gran cortina… »

Comenzada la construcción en 1935, el monasterio se terminó en 1937. La capilla fue inaugurada solemnemente el 19 de marzo de 1938 por S. E. Mons. Demol, con la presencia de todos los superiores de las Misiones cercanas y de los seminaristas. Desde el comienzo surgió la cuestión: « ¿Podremos esperar en el Congo vocaciones nativas para el Carmelo?»

En 1984 la fundación se trasladó a la capital Kananga, en el barrio de Malole, junto al seminario mayor que también se había transferido de Kabwé. El Carmelo está considerado como el corazón de la vida diocesana, a donde se dirigen tantos sacerdotes, religiosos (as) y laicos para días de recogimiento y de oración.

La celebración del 70 aniversario del monasterio ha coincido con las bodas de oro de una religiosa y dos profesiones solemnes. Ante las maravillas que el Señor ha cumplido en este Carmelo durante los 70 años de existencia, las Carmelitas exprimen una sincera acción de gracias. Al mismo tiempo dirigen una llamada a nuestra generosidad para colaborar en su sustento. «Tenemos necesidad –escriben- de ayuda material y de jóvenes que quieran unirse a nosotras en una vida consagrada a la Iglesia ».

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