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ASIA/TAILANDIA - El Papa a los tailandeses: la Iglesia también es tierra de misión

 El Papa a los tailandeses: la Iglesia también es tierra de misión Bangkok – La audacia de la misión proviene de la maravilla de una gracia recibida. Y el anuncio del Evangelio se vuelve fructífero solo si los sucesores de los apóstoles y los misioneros son tocados y transformados por la gracia del Cristo vivo y su Espíritu. Así lo repitió el Papa Francisco en el tercer día de su visita apostólica a Tailandia, en dos discursos pronunciados el viernes 22 de noviembre en la aldea de Wat Roman, no lejos de Bangkok: el primero dirigido a catequistas, sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosos, y el segundo pronunciado ante los obispos tailandeses y miembros de las Conferencias de la Federación de Obispos Asiáticos.


GRATITUD Y BELLEZA - El Obispo de Roma, dirigiendose a los sacerdotes, personas consagradas y catequistas, expresó en primer lugar “acción de gracias por la vida de tantos misioneros y misioneras que fueron marcando su vida y dejando su huella”. Refiriéndose a la intervención de una religiosa que comenzó su camino de fe después de quedar asombrada por la belleza de una imagen de la Virgen María, el Papa comentó que cada impulso apostólico fructífero tiene como origen el asombro por el encuentro con algo hermoso “El Señor” ha dicho el Papa “no nos llamó para enviarnos al mundo a imponer obligaciones a las personas, o poner cargas más pesadas que las que ya tienen, y son muchas, sino a compartir una alegría, un horizonte bello, nuevo, sorprendente. Me gusta mucho” ha repetido el Papa Francisco “esa expresión de Benedicto XVI, que considero paradigmática y hasta profética en estos tiempos: la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción”
DE LA GRACIA, A LA AUDACIA. En el encuentro con los obispos, el Papa recordó que en la dinámica misionera “es precisamente el Espíritu Santo el primero en adelantarse y convocar”. Él “llega antes que el misionero y permanece con él. El impulso del Espíritu Santo” ha recordado el Papa “sostuvo y motivó a los Apóstoles y a tantos misioneros a no descartar ninguna tierra, pueblo, cultura o situación”.
Atraidos y guiados por el Espíritu Santo, apóstoles y misioneros “no buscaron un terreno con “garantías de éxito”; al contrario, su “garantía” residía en la certeza que ninguna persona y cultura estaba de antemano incapacitada para recibir la semilla de vida, de felicidad y especialmente de la amistad que el Señor le quiere regalar”.
Desde la atracción convincente del Espíritu Santo, el Papa Francisco también ha difundido en sus discursos valiosas ideas sobre el encuentro entre el Evangelio y los diferentes contextos culturales: confesó haber notado con cierta pena preparándose para su viaje a Tailandia, que “para muchos, la fe cristiana es una fe extranjera, es la religión de los extranjeros. Y esta realidad nos lleva a buscar formas de confesar la fe ‘en dialecto’, del modo en que una madre canta la canción de cuna de su bebé. Es dejar que el Evangelio se vista de ropas buenas pero extranjeras, para que resuene con la música que es propia en esta tierra y para que el alma de nuestros hermanos vibre con la misma belleza que ha encendido nuestros corazones”. Además, añadió el Pontífice en su discurso a los obispos, los apóstoles y misioneros a lo largo de la historia “no esperaron que una cultura fuera afín o sintonizara fácilmente con el Evangelio; por el contrario, se zambulleron en esas realidades nuevas, convencidos de la belleza de la que eran portadores Toda vida vale a los ojos del Maestro. Ellos eran audaces, valientes, porque sabían principalmente que el Evangelio es un don para ser derramado en todos y para todos: derramado a toda la gente, a los doctores de la ley, pecadores, publicanos, prostitutas, todos los pecadores de ayer como los de hoy”.

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