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ASIA/MONGOLIA - El Papa Francisco inaugura la "Casa de la Misericordia": las obras de caridad “no deben convertirse en empresas”

Ulán Bator  - Una vez un periodista, mirando a la Madre Teresa de Calcuta inclinada sobre la herida maloliente de un enfermo, le dijo: "Lo que usted hace es hermoso, pero personalmente no lo haría ni por un millón de dólares". La Madre Teresa respondió: "Por un millón de dólares yo tampoco lo haría. Lo hago por amor a Dios". El episodio ha sido relatado por el Papa Francisco al término de la última etapa de su visita apostólica a Mongolia, antes de participar en la ceremonia de despedida y tomar el vuelo de regreso a Roma. Un relato con el que el Papa Francisco ha querido sugerir también que las iniciativas caritativas animadas por la Iglesia "no deben convertirse en empresas, sino conservar la frescura de las obras de caridad”, realizadas por personas que tienen "un buen corazón" "más allá de cualquier tipo de retribución”.
La ocasión que ha aprovechado el Papa para sugerir cuál es la fuente propia e inextinguible de la caridad cristiana ha sido el encuentro con los agentes de las iniciativas caritativas presentes en Mongolia y la inauguración de la "Casa de la Misericordia", el edificio de tres plantas situado en el barrio de Bayangol, en Ulán Bator, una estructura muy deseada por la Iglesia local y destinada a convertirse en un lugar de acogida para las personas vulnerables que buscan ayuda.
En la última etapa de su viaje apostólico, en la mañana del lunes 4 de septiembre, el Papa Francisco, tras ser recibido con cantos y danzas y escuchar los testimonios de algunos de los trabajadores comprometidos en proyectos y obras sociales, ha aprovechado la ocasión para repetir que "la dimensión caritativa” es un rasgo esencial de la misionariedad de la Iglesia "desde sus orígenes", después de que Jesús mismo, con sus palabras ("tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber"), ofreciera a todos "el criterio para reconocerlo, para reconocerlo presente en el mundo y la condición para entrar en la alegría definitiva de su Reino en el momento del juicio final".
En un pasaje clave de su discurso, jalonado de referencias concretas y evocadoras, el Papa ha invitado a todos a deshacerse de lo que ha denominado tres "mitos" que hay que disipar.
El primer "mito" que hay que eliminar es, en opinión del Papa Francisco, la creencia de que "solo las personas pudientes pueden comprometerse en el voluntariado”. Esto “es una ‘fantasía’. La realidad dice lo contrario: no es necesario ser ricos para hacer el bien, es más, casi siempre son las personas comunes las que dedican tiempo, conocimientos y corazón para ocuparse de los demás". Un segundo mito que el Obispo de Roma ha querido derribar es aquel según el cual la Iglesia católica lleva a cabo obras de promoción social mediante el proselitismo, para atraer a la gente "ponerlos de su lado". En cambio, la Iglesia -ha repetido el Papa en Ulán Bator, como ya había hecho en muchas otras ocasiones- "no avanza por proselitismo, avanza por atracción. Los cristianos reconocen a quienes pasan necesidad y hacen lo posible para aliviar sus sufrimientos porque allí ven a Jesús, el Hijo de Dios, y en Él la dignidad de toda persona, llamada a ser hijo o hija de Dios".
El tercer mito señalado por el Papa como creencia de la que vale la pena emanciparse es aquel "según el cual sólo cuentan los medios económicos, como si la única manera de ocuparse de los demás fuera emplear personal asalariado e invertir en grandes estructuras". El Papa Francisco ha reconocido que incluso "la caridad requiere profesionalidad", pero ha dejado claro que "las iniciativas benéficas no deben convertirse en empresas, sino conservar la frescura de las obras de caridad, donde quien pasa necesidad encuentre personas capaces de escucha, capaces de compasión, más allá de cualquier tipo de retribución".
Porque "para hacer realmente el bien", ha añadido el Pontífice, “lo indispensable es un corazón bueno, un corazón decidido a buscar lo mejor para el otro". Comprometerse "sólo detrás de una remuneración no es verdadero amor", ha añadido el Papa Francisco, mientras que "sólo el amor supera el egoísmo y hace que el mundo siga adelante".
Al agradecer a todos los que apoyan las obras de caridad eclesiales en Mongolia, el Sucesor de Pedro ha recordado los "relatos de los Hechos de los Apóstoles, con las numerosas iniciativas tomadas por la primera comunidad cristiana para realizar las palabras de Jesús, dando vida a una Iglesia construida sobre cuatro pilares: comunión, liturgia, servicio y testimonio". Es maravilloso ver que, después de tantos siglos - ha añadido el Papa - el mismo espíritu impregna a la Iglesia en Mongolia: en su pequeñez, vive de comunión fraterna, de oración, de servicio desinteresado a la humanidad que sufre y de testimonio de su fe".
La "Casa de la Misericordia", bendecida e inaugurada por el Pontífice, ha sido definida por él como expresión concreta de esa atención al otro en la que se reconocen los cristianos; porque allí donde hay acogida, hospitalidad y apertura al otro, se respira la buena fragancia de Cristo.
El Papa Francisco ha recordado asimismo que los primeros misioneros católicos que llegaron a Ulán Bator en los años 90, sintieron enseguida "la llamada a la caridad, que les llevó a ocuparse de niños abandonados, hermanos y hermanas sin techo, enfermos, personas con discapacidad, presos y todos aquellos que en su condición de sufrimiento pedían ser acogidos". Hoy -ha continuado el Pontífice- vemos cómo de aquellas raíces ha crecido un tronco, han brotado ramas y han florecido muchos frutos: numerosas y loables iniciativas caritativas, desarrolladas en proyectos a largo plazo, llevadas a cabo sobre todo por los diversos institutos misioneros aquí presentes y apreciadas por la población y las autoridades civiles".
La "Casa de la Misericordia", el nuevo centro de acogida construido también gracias a la contribución de Catholic Mission in Australia, las Obras Misionales Pontificias Australianas (véase Fides 12/7/2023), ha sido definida por el Cardenal Giorgio Marengo, Prefecto Apostólico de Ulán Bator, como "Una especie de puerto de mar, donde aquellos que realmente luchan en la vida, por diversas razones, saben que pueden encontrar a alguien que les escucha, que trata de dar algunas respuestas a sus dificultades" (véase el vídeo-reportaje de la Agencia Fides "Mongolia, echar raíces para florecer"). El Papa Francisco ha descrito también la nueva estructura caritativa como "una especie de puerto donde atracar, donde encontrar escucha y comprensión", una obra realizada "por la Iglesia particular" de Mongolia, "en la sinergia de todos los componentes misioneros pero con una clara identidad local, como expresión genuina de la Prefectura Apostólica en su conjunto". (GV) (Agencia Fides 4/9/2023)

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