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VATICANO - El realismo cristiano de “Laudate Deum”

Roma - “«Alaben a Dios» es el nombre de esta carta. Porque un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo”. Con estas palabras concluye la nueva Exhortación Apostólica Laudate Deum, publicada por el Papa Francisco hoy, miércoles 4 de octubre, en el día en que comienza en Roma la Asamblea del Sínodo de los Obispos dedicada al tema de la sinodalidad y la Iglesia universal celebra la memoria litúrgica de San Francisco de Asís. Una vez más, como en las encíclicas Laudato si' y Hermanos todos, el Papa Francisco se inspira en las palabras del Santo del que tomó su nombre (“Alabado sea Dios por todas sus criaturas”) para observar con realismo cristiano los males y los escollos que oscurecen el futuro de toda la familia humana, y sugerir caminos que puedan salvar al mundo de los procesos que lo empujan a la autodestrucción.

Hace ocho años, con la encíclica Laudato si’, advierte el Papa, “quise compartir con todos ustedes, hermanas y hermanos de nuestro sufrido planeta, mis más sentidas preocupaciones sobre el cuidado de la casa común. Pero con el paso del tiempo advierto que no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre” (§ 2). Los 73 párrafos de la Exhortación, a través de auspicios, recordatorios, consideraciones y propuestas, expresan un pensamiento crítico sobre los mecanismos del desarrollo que a través de datos objetivos y observaciones apremiantes documentan cómo “el impacto del cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas. Sentiremos sus efectos en los ámbitos de la salud, las fuentes de trabajo, el acceso a los recursos, la vivienda, las migraciones forzadas, etc” (§2).
El Papa Francisco no rehúye enfrentarse a las controversias ideológicas que a menudo giran en torno a la cuestión medioambiental: “Por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar” escribe el Pontífice “los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes. Nadie puede ignorar que en los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos, períodos frecuentes de calor inusual, sequía y otros quejidos de la tierra que son sólo algunas expresiones palpables de una enfermedad silenciosa que nos afecta a todos (…). Si hasta ahora podíamos tener olas de calor algunas veces al año, ¿qué pasaría con un aumento de la temperatura global de 1,5 grados centígrados, del cual estamos cerca? Esas olas de calor serán mucho más frecuentes y con mayor intensidad. Si llega a superar los 2 grados, se derretirían totalmente las capas de hielo de Groenlandia y de buena parte de la Antártida, con enormes y gravísimas consecuencias para todos” (§ 5). En los últimos años “no han faltado personas que pretendieron burlarse de esta constatación. Mencionan supuestos datos científicamente sólidos, como el hecho de que el planeta siempre tuvo y tendrá períodos de enfriamiento y de calentamiento. Olvidan mencionar otro dato relevante: que lo que estamos verificando ahora es una inusual aceleración del calentamiento, con una velocidad tal que basta una sola generación —no siglos ni milenios— para constatarlo” (§6). Y añade como “para ridiculizar a quienes hablan del calentamiento global, se acude al hecho de que suelen verificarse fríos también extremos. Se olvida que éste y otros síntomas extraordinarios no son más que diversas expresiones alternativas de la misma causa: el desajuste global que provoca el calentamiento del planeta” (§7). Por otra parte no faltan “quienes responsabilizan a los pobres porque tienen muchos hijos y hasta pretenden resolverlo mutilando a las mujeres de países menos desarrollados. Como siempre, pareciera que la culpa es de los pobres. Pero la realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial, y que la emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor que la de los más pobres”. Cuando en cambio “África, que alberga más de la mitad de los más pobres del planeta, es responsable de una mínima parte de las emisiones históricas” (§9).
El Papa también se refiere a las campañas de quienes afirman que “mitigar el cambio climático, reduciendo el uso de combustibles fósiles y desarrollando formas de energía más limpias, provocará una reducción de los puestos de trabajo”. Lo que está ocurriendo en cambio - señala el Papa Francisco - “Lo que ocurre es que millones de personas pierden su empleo debido a las diversas consecuencias del cambio climático: tanto el aumento del nivel del mar como las sequías y muchos otros fenómenos que afectan al planeta, han dejado a mucha gente a la deriva. Por otra parte, la transición hacia formas renovables de energía, bien gestionada, así como todos los esfuerzos de adaptación a los daños del cambio climático, son capaces de generar innumerables puestos de trabajo en diferentes sectores” (§ 10).
El Papa Francisco aporta datos objetivos que documentan “el origen humano -‘antrópico’- del cambio climático” (§11) del que ya no se puede dudar. Y que a veces se ven contestados por “ciertas opiniones despectivas y poco racionales que encuentro incluso dentro de la Iglesia católica. Pero ya no podemos dudar de que la razón de la inusual velocidad de estos peligrosos cambios es un hecho inocultable: las enormes novedades que tienen que ver con la desbocada intervención humana sobre la naturaleza en los dos últimos siglos” (§ 14).
A la raíz de la actual convulsión de la relación entre la humanidad y la Creación -repite el Papa Francisco- está el “paradigma tecnocrático” ya descrito en Laudato Si' como «un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla», y consiste en pensar y actuar «como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico». (§20). En los últimos años, señala el Pontífice, “el paradigma tecnocrático” ha progresado: “La inteligencia artificial y las últimas novedades tecnológicas parten de la idea de un ser humano sin límite alguno, cuyas capacidades y posibilidades podrían ser ampliadas hasta el infinito gracias a la tecnología. Así, el paradigma tecnocrático se retroalimenta monstruosamente” (§21), basándose en una “ideología que subyace a una obsesión: acrecentar el poder humano más allá de lo imaginable, frente al cual la realidad no humana es un mero recurso a su servicio. Todo lo que existe deja de ser un don que se agradece, se valora y se cuida, y se convierte en un esclavo, en víctima de cualquier capricho de la mente humana y sus capacidades” (§22). Mientras por el contrario “No todo aumento de poder es un progreso para la humanidad. Basta pensar en las tecnologías ‘admirables’ que fueron utilizadas para diezmar poblaciones, lanzar bombas atómicas, aniquilar etnias” (§24). Al refutar el “paradigma tecnocrático”, el Papa Francisco también estigmatiza “la idea de que el ser humano sea un extraño, un factor externo sólo capaz de dañar el ambiente” (§26), dado que “un ambiente sano también es producto de la interacción del ser humano con el ambiente, como ocurre en las culturas indígenas y como ha ocurrido durante siglos en distintas regiones de la tierra. Los grupos humanos muchas veces han ‘creado’ ambiente, lo han remodelado de alguna manera sin destruirlo ni ponerlo en peligro. El gran problema actual es que el paradigma tecnocrático ha destrozado esta sana y armónica relación” (§ 27).
El Papa Francisco también hace referencia a los mecanismos de marketing e información manipulada utilizados por “quienes tienen mayores recursos para incidir en la opinión pública a través de ellos”. Herramientas con las que “cuando se piensa iniciar un emprendimiento con fuerte intervención sobre el ambiente y altos efectos contaminantes, se ilusiona a los pobladores de la zona hablando del progreso local que podrá generarse o de las posibilidades económicas, laborales y de promoción humana que esto significará para sus hijos” (§29).
La dimensión global de la emergencia climática sólo puede ser abordada conjuntamente por los actores geopolíticos mediante la colaboración multilateral “reconfigurando” el viejo multilateralismo a la luz de la nueva situación, y reconociendo también que “las potencias emergentes se vuelven cada vez más relevantes y de hecho son capaces de obtener resultados importantes en la resolución de problemas concretos, como algunas de ellas han demostrado en la pandemia. Precisamente el hecho de que las respuestas a los problemas puedan venir de cualquier país, aunque sea pequeño, termina presentando al multilateralismo como un camino inevitable” (§40).
El Papa Francisco dedica las partes cuarta y quinta de la Exhortación (párrafos 44-60) a los “éxitos y fracasos de las conferencias sobre el clima”, expresando su esperanza de que la COP28 (la Conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible que se inaugurará en Dubai el 30 de noviembre) sea capaz de “ser un punto de inflexión, que muestre que todo lo que se ha hecho desde 1992 iba en serio y valió la pena, o será una gran decepción y pondrá en riesgo lo bueno que se haya podido lograr hasta ahora”.
El Pontífice recuerda a los creyentes católicos que las motivaciones para cuidar la Creación “brotan de la propia fe”, y anima “a los hermanos y hermanas de otras religiones a que hagan lo mismo” (§61). Precisamente a la luz de las enseñanzas de la Biblia -subraya el Obispo de Roma- conviene poner fin a la idea de “un ser humano autónomo, todopoderoso, ilimitado”, y repensarnos “para entendernos de una manera más humilde y más rica” (§68).
En los últimos párrafos de la Exhortación, el Papa reconoce que “el esfuerzo de los hogares por contaminar menos, reducir los desperdicios, consumir con prudencia, va creando una nueva cultura” (§71). Y “si consideramos que las emisiones per cápita en Estados Unidos son alrededor del doble de las de un habitante de China y cerca de siete veces más respecto a la media de los países más pobres, podemos afirmar que un cambio generalizado en el estilo de vida irresponsable ligado al modelo occidental tendría un impacto significativo a largo plazo. Así, junto con las indispensables decisiones políticas, estaríamos en la senda del cuidado mutuo” (§72).
(Agencia Fides 4/10/2023)

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