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VIAJE APOSTÓLICO - El Papa en Oceanía: pasajes clave de la homilía en el estadio de Port Moresby

Port Moresby – El domingo del Papa Francisco en Papúa Nueva Guinea ha comenzado muy temprano. Mientras que en Europa había entrado la noche, en Port Moresby marcaban las 8 de la mañana cuando el Pontífice ha presidido la misa en el estadio Sir John Guise. Recibido por un estruendoso aplauso, el Obispo de Roma ha saludado a los casi 40.000 fieles reunidos en la instalación deportiva con su tradicional giro en un coche de golf.

Tambores y ritmos tribales, con bailarines ataviados con trajes típicos, han acompañado los momentos culminantes de la celebración eucarística que ha concluido, por ser domingo, con el rezo del Ángelus.
A continuación, los momentos más destacados de la homilía y el discurso del Ángelus:

Las primeras palabras que nos dirige hoy el Señor son: «¡Sean fuertes, no teman!» (Is 35,4). El profeta Isaías lo dice a todos aquellos que tienen el corazón quebrantado.

De este modo anima a su pueblo […]Dios viene a salvar, Él vendrá y en aquel día «se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos». 

Esta profecía se realiza en Jesús. En el relato de san Marcos, particularmente, se ponen en evidencia dos cosas: la lejanía del sordomudo y la cercanía de Jesús. Detengámonos en estos dos rasgos esenciales.

La lejanía del sordomudo. Este hombre se encontraba en una zona geográfica que, en el lenguaje actual, llamaríamos “periferia”. El territorio de la Decápolis se situaba al otro lado del Jordán y lejos de Jerusalén, que era el centro religioso y estaba habitada por paganos. Por lo tanto, debido a las costumbres de la población, se consideraba una tierra impura, de gente alejada de Dios.

Pero ese hombre sordomudo experimentaba además otro tipo de lejanía; se encontraba lejos de Dios, estaba lejos de los hombres porque no tenía la posibilidad de comunicarse. Era sordo y por eso no podía escuchar a los demás, era mudo y a causa de ello no podía hablar con nadie. Este hombre era un marginado del mundo, estaba aislado, era un prisionero de su sordera y de su mudez y, por lo tanto, no podía abrirse para comunicarse con los demás.

Existe una sordera interior y un mutismo del corazón que dependen de todo aquello que nos encierra en nosotros mismos, que nos cierra a Dios, nos cierra a los demás: el egoísmo, la indiferencia, el miedo a arriesgarse e involucrarse, el resentimiento, el odio, y la lista podría continuar. Todo esto nos aleja de Dios, de los hermanos, de nosotros mismos y de la alegría de vivir.

Ante esta lejanía, Dios responde con lo puesto, con la cercanía de Jesús.

Con su cercanía, Jesús sana la sordera, sana la mudez del hombre; en efecto, cuando nos sentimos alejados, y decidimos distanciarnos -de Dios, de los hermanos y de quienes son diferentes a nosotros-, entonces nos encerramos, nos atrincheramos en nosotros mismos y terminamos girando sólo entorno a nuestro yo, nos hacemos sordos a la Palabra de Dios y al grito del prójimo y, por lo tanto, incapaces de dialogar con Dios y con el prójimo.

También a ustedes hoy les dice el Señor: “¡Ánimo, no temas, pueblo papú! ¡Ábrete! Ábrete a la alegría del Evangelio, ábrete al encuentro con Dios, ábrete al amor de los hermanos”. Que ninguno de ustedes permanezca sordo y mudo frente a esta invitación.

En este camino los acompaña el beato Juan Mazzucconi que, entre tantos inconvenientes y hostilidades, trajo a Cristo en medio de ustedes, para que ninguno quedara sordo frente al alegre mensaje de salvación.

ANGELUS

Desde esta tierra tan bendecida por el Creador, quisiera invocar junto a ustedes, por intercesión de María Santísima, el don de la paz para todos los pueblos. En particular, lo pido para esta gran región del mundo entre Asia, Oceanía y el Océano Pacífico. Paz, paz para las naciones y también para la creación. No al armamentismo ni a la explotación de la casa común. Sí al encuentro entre los pueblos y las culturas; sí a la armonía del hombre con las criaturas.
María Helpim, Reina de la paz, ayúdanos a convertirnos a los designios de Dios, que son designios de paz y de justicia para la gran familia humana.
En este domingo, que es la fiesta litúrgica de la Natividad de María, nuestro pensamiento va al santuario de Lourdes, que por desgracia ha sido afectado por una inundación.
(F.B.) (Agencia Fides 8/9/2024)

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