Port Moresby – El papel de los misioneros entre las tribus, la labor de la Iglesia local en seguir las enseñanzas del Evangelio y sentirse parte de la Iglesia universal, así como la alegría y entusiasmo por la visita del Papa, son algunos de los temas que el arzobispo de Port Moresby, el cardenal John Ribat, ha tratado en una entrevista con la Agencia Fides. En ella, Ribat ha ofrecido un panorama de la comunidad cristiana que vive en Papúa Nueva Guinea, segunda parada del viaje apostólico en Asia y Oceanía.
-El Papa encontrará una Iglesia joven que ya cuenta con un mártir...
-Se trata de una Iglesia realmente joven que ha seguido creciendo, en parte gracias al ejemplo del beato Peter To Rot. En este momento, su proceso de canonización se ha detenido porque falta un milagro. Esta será una de las cosas que pediremos al Papa: que intervenga en el proceso de canonización*. Nuestro deseo como comunidad es que este proceso termine para el próximo año, y así podamos ver pronto a nuestro catequista convertido en Santo. Aunque la Iglesia en Papúa Nueva Guinea es joven, la fe aquí es fuerte, y los católicos están muy entusiasmados con la visita papal. Muchas personas están viajando a Port Moresby desde las tierras altas y de países vecinos, incluidas diócesis sufragáneas. Muchos están realizando peregrinaciones a pie o en barco, siempre en oración.
-¿Qué importancia tienen los misioneros en Papúa Nueva Guinea? Según usted, ¿por qué el Papa ha elegido reunirse con los misioneros en esta tierra?
-Los misioneros llegaron a esta tierra hace varios siglos. Aunque ahora son menos en comparación con ese primer grupo, la comunidad cristiana todavía tiene en su memoria el inicio de las misiones, sobre todo gracias a los alemanes y estadounidenses. Hoy en día, en Papúa Nueva Guinea, tenemos muchos misioneros dispersos en diversas diócesis. Vienen de India, Filipinas e Indonesia. Aunque no faltan los europeos, como los salesianos italianos. En Vanimo, otra ciudad que el Papa visitará, hay misioneros argentinos, compatriotas suyos. La labor de los misioneros es importante para nosotros, no solo por su continuo esfuerzo en la difusión de la fe católica, sino porque también alientan y trabajan junto a la gente. Eso es crucial. Hay una buena relación entre los misioneros y la población, debido a que históricamente muchas diócesis de Papúa Nueva Guinea fueron fundadas por misioneros. Con la llegada del Papa, la gente está colaborando enormemente en los preparativos. Nuestra Conferencia Episcopal une a Papúa Nueva Guinea con las Islas Salomón, y también de allí han venido muchos para ayudarnos con la organización. Si hoy existe este clima de unidad en la fe, es gracias a los misioneros.
En Papúa Nueva Guinea ocurren enfrentamientos entre tribus. ¿Interviene la Iglesia en esto? -Las tribus luchan entre sí, pero en los seminarios hay jóvenes de distintos pueblos que viven juntos pacíficamente...
-Estos enfrentamientos tribales no ocurren en todas partes. Sucede sobre todo en las zonas montañosas, donde, a diferencia de las áreas costeras, la Iglesia ha logrado llegar solo hace unas pocas décadas. Se trata de aldeas de difícil acceso, cuyas costumbres están profundamente arraigadas en el pasado. Además, es una zona frágil desde el punto de vista ambiental; recientemente hemos tenido desastres naturales que han causado la muerte de varias personas. Sin embargo, hay tensión social en toda la nación. El 10 de enero de este año ha habido una revuelta contra la reducción de salarios. En las ciudades ha habido muertos, las tiendas han sido saqueadas, los coches incendiados... Ahora nos estamos recuperando. Como Iglesia, hemos emitido declaraciones a la prensa, que también han sido leídas en las iglesias. En estos textos, además de condenar todo tipo de violencia, hemos dado nuevas claves de lectura sobre los diversos problemas y las nuevas leyes, ya que no se han explicado bien. Con los enfrentamientos tribales es diferente. Nos dejamos inspirar por la Palabra de Dios.
-Por segunda vez, un Papa visita esta nación: ¿qué puede ofrecer la comunidad católica local a la Iglesia universal?
-Es una pregunta en la que llevamos semanas reflexionando como comunidad. Estamos tratando de entender qué y cómo podemos hacer para ayudar a los demás. Una primera respuesta "práctica" que nos hemos dado ha sido enviar nuevos misioneros. Ellos nos han transmitido la fe y ahora estamos listos para ir y ayudar a hacer crecer la Iglesia donde sea necesario. Algunos de nuestros sacerdotes están en Argentina o Brasil. Otros han ido a África. Pero este es solo un pequeño aporte. Nosotros también somos una Iglesia en crecimiento y por eso nos esforzamos en vivir bien entre nosotros las enseñanzas del Evangelio y la doctrina de la Iglesia universal. Esto nos hace sentir parte de algo universal. Estos eventos ayudan, nos impulsan a vivir la universalidad en casa, participando en la misa.
-¿Cuáles son hoy las mayores dificultades para la proclamación del Evangelio por parte de la Iglesia en Papúa Nueva Guinea?
-Una de las dificultades es la desinformación que llega de las redes sociales y no solo. Como Iglesia, nos hemos dado la tarea de ayudar a las personas a entender cuándo están frente a noticias falsas. Estamos bombardeados por muchos mensajes, lo que genera confusión. En este sentido, y hablo a título personal, las palabras de San Pablo me han ayudado mucho al hablar con la gente. Me pregunto cómo puede la Iglesia predicar bien el Evangelio en este tiempo donde los cambios son constantes. La respuesta que me he dado es que, aunque todo cambie, la verdad siempre permanece igual. Y la verdad para nosotros es Cristo. La Palabra de Dios, después de 2000 años, sigue siendo la misma, no ha cambiado. Algunos intentan transmitir un mensaje erróneo, interpretándola para "adaptarla" a los cambios del mundo. Pero esa no es la verdad.
-A pesar de que Papúa Nueva Guinea es un pequeño rebaño, según los datos oficiales el número de bautismos y vocaciones está en aumento: ¿cómo lo explica?
-Las vocaciones aumentan porque los jóvenes, y también los mayores, quieren aportar algo importante para su tierra. La Iglesia siempre los ha alentado en este sentido. Los jóvenes, en particular, tienen un lugar importante en la vida de la Iglesia. Muchos, antes de ingresar al seminario, comienzan realizando trabajos de todo tipo, pero siempre al servicio de los demás. Y poco a poco sienten que lo que están haciendo no es suficiente para realizarse plenamente. También los bautismos están en aumento, y esto se debe en parte al crecimiento de la población. Además he notado que cada vez más jóvenes se casan. Son jóvenes a quienes la Iglesia ha ayudado a crecer en la fe, y ahora pueden decir que se han realizado en la vida.
(Agencia Fides 6/9/2024)
*Existen casos que siguen el proceso de equipolencia, aplicado tanto a los casos de beatificación como de canonización; se trata de un procedimiento mediante el cual el Papa, tras las verificaciones pertinentes, aprueba un culto existente desde hace tiempo, sin esperar el reconocimiento de un milagro. Se diferencia de las beatificaciones y canonizaciones formales, para las cuales la Iglesia prevé una investigación regular y el respectivo milagro. Además, el Papa siempre puede tomar decisiones especiales. El Papa Francisco lo hizo con respecto a Juan XXIII, quien fue proclamado Santo debido a su fama de santidad, extendida durante décadas por todo el mundo, sin que se le reconociera un segundo milagro. Un procedimiento extraordinario también fue seguido por Benedicto XVI respecto a San Juan Pablo II, cuyo proceso de canonización se abrió pocas semanas después de su muerte, sin esperar los cinco años previstos (según el sitio web del Dicasterio para las Causas de los Santos).