Ciudad del Vaticano – El enfrentamiento parecía inevitable. Chile y Argentina estaban al borde de la guerra por la soberanía del Canal de Beagle, un paso estratégico entre los océanos Atlántico y Pacífico. En un momento crítico, la intervención de la Santa Sede, bajo el liderazgo del recién elegido Papa Juan Pablo II, evitó lo que pudo ser uno de los conflictos más sangrientos de América Latina.
La crisis entre Buenos Aires y Santiago de Chile alcanzó su punto culminante en el año de los tres Papas. La lucha por la posesión de las islas Picton, Lennox y Nueva, situadas en el canal, se remonta a 1888, pero se reavivó en 1978. Doce meses antes, Argentina, dirigida por el régimen militar, rechazó el laudo arbitral emitido por el Reino Unido, declarándolo «insanablemente nulo».
En una intervención focalizada, entró en juego la diplomacia de la Santa Sede. Actuó inicialmente a través del Nuncio Apostólico Pio Laghi. En 1979, los vientos de guerra seguían soplando y, para evitar una escalada, el Papa Juan Pablo II nombró al cardenal Antonio Samorè su representante personal para solucionar el contencioso entre las dos naciones. Durante cuatro años, el cardenal se esforzó por alcanzar un acuerdo que pusiera fin a la diatriba. El acuerdo llegó, pero Samorè nunca pudo verlo firmado, ya que murió en Roma en febrero de 1983. El tratado, que ahora cumple cuarenta años, llegó casi dos años después de la muerte del enviado papal, el 29 de noviembre de 1984. Se firmó en el Vaticano con el título de «Tratado de Paz y Amistad».
Cuatro décadas después de aquella histórica firma, las Iglesias de Argentina y Chile, que celebran estos días el aniversario con misas solemnes e intensos momentos de oración, «dan gracias a Dios porque en aquellos difíciles años prevalecieron el diálogo y la paz y se evitó una guerra entre pueblos hermanos», reza un comunicado conjunto difundido en las últimas horas por las respectivas Conferencias Episcopales. Los Obispos de Argentina y Chile «agradecemos la paz y la integración entre ambas naciones y confiamos en que este camino pueda seguir profundizándose, para el bien de nuestros pueblos. Esperamos que del espíritu de encuentro y entendimiento entre las naciones, especialmente en nuestra América Latina, puedan surgir iniciativas y políticas para resolver las múltiples carencias y crisis sociales que vivimos en nuestro continente y que afectan especialmente la vida de los más pobres».
En el Vaticano, como en ocasiones anteriores, el aniversario del tratado de paz se ha celebrado con un acto conmemorativo, en la Sala Regia del Palacio Apostólico, en presencia del Papa Francisco, del embajador de Argentina ante la Santa Sede, Luis Pablo María Beltramino, y del ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alberto van Klaveren. Además de varios cardenales y miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, en la ceremonia han participado autoridades argentinas y chilenas.
En su extenso discurso, el Pontífice argentino ha subrayado repetidamente cómo la labor diplomática de la Santa Sede y los esfuerzos desplegados por la Iglesia en aquella época son un modelo para la diplomacia actual en la que, ha dicho, existe «la hipocresía de hablar de paz y jugar a la guerra». La referencia es a las fábricas de armas, como ha repetido en varias ocasiones: «En algunos países donde se habla mucho de paz, las inversiones que dan más rédito son las fábricas de armas. Esta hipocresía nos lleva siempre a un fracaso». Y, desmarcándose del texto escrito, ha añadido: «Simplemente menciono dos fracasos de la humanidad hoy: Ucrania y Palestina, donde se sufre, donde la prepotencia del invasor prima sobre el diálogo».
«Dios quiera que la comunidad internacional pueda hacer prevalecer la fuerza del derecho a través del diálogo, porque el diálogo debe ser el alma de la comunidad internacional», ha añadido el Pontífice, que ha reiterado cómo el 40 aniversario de la firma del tratado representa una ocasión para todo el planeta, así como «un llamamiento renovado a la paz y al diálogo. El compromiso que implicó a esos dos países durante las largas negociaciones, que fueron difíciles, así como el fruto de la paz y la amistad, constituyen en efecto un modelo para poder imitar».
(F.B.) (Agencia Fides 25/11/2024)